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Ciencias contra ideologías

 


De tanto defender las ideologías, los científicos han perdido de vista la ciencia, es decir, sus propios conocimientos. 

Las ciencias tienen como objetivo el conocimiento objetivo de la realidad. Un conocimiento que por su naturaleza ha de ser científico, crítico y sistemático. 

Por su parte, ideologías, filosofías y religiones tienen, contra las ciencias, un objetivo muy diferente, que no consiste en conocer ―ni reconocer― la realidad, sino en cómo intervenir sobre los conocimientos científicos para manipularlos y adulterarlos según sus propios intereses ideológicos, filosóficos o religiosos. 

La independencia de las ciencias del poder de religiones, filosofías e ideologías es absolutamente necesario para preservar la vida humana en las mejores condiciones posibles de libertad e inteligencia. 

Es la historia sin final de Platón contra Homero, de Belarmino contra Galileo, de Kant contra Newton, del protestantismo contra Darwin, de Nietzsche contra Maxwell, de Heidegger contra Einstein... es la lucha, también, de la literatura contra sus enemigos, pasados y presentes. 

Porque la literatura, que no es en absoluto una ciencia, tiene en común con las ciencias el hecho de enfrentarse a una triple alianza de adversarios: ideólogos, filósofos y gurús.


Jesús G. Maestro



Estado y democracia

 


El Estado, como configuración política constituida en la Edad Moderna, no es que se encuentre en crisis, es que de hecho y de derecho es una institución totalmente impotente para enfrentarse a los acontecimientos actuales, y aún más a los que nos precipita la globalización del siglo XXI. 

Del mismo modo y de forma simultánea, la democracia es un sistema de gobierno igualmente impotente para resolver conflictos que rebasan sus posibilidades jurídicas, económicas y políticas. 

Sin embargo, el ser humano no es capaz de encontrar ni una alternativa al Estado, como institución política, ni una restauración de la democracia. No hablemos ya de su necesaria transformación o reconversión en un régimen político más favorable a las libertades de la gente honrada y trabajadora, y mucho más respetuoso con todos y cada uno de nosotros. 

La vida humana es un autoengaño individual. La vida política es un autoengaño, pero colectivo. 

De cualquier modo, todos sabemos que ni el Estado ni la democracia son eternos ni eviternos. 

Y también sabemos que esta certeza es perfectamente compatible con el autoengaño, individual y colectivo.


Jesús G. Maestro



Boomers y milenaristas

 




Hay una generación con la que internet ha hecho todo tipo de experimentos: los milenaristas. No son ellos los que experimentan con internet, no, sino internet con ellos. Se han convertido, sin saberlo, en la primera generación con la que la anglosfera ha saturado impunemente su laboratorio psíquico y social. Pero no lo saben. 

El presente resulta demasiado divertido como para detenerse a pensar en cualquier cosa que nos distraiga. Los ensayos internáuticos son múltiples y a grandísima escala. Los milenaristas son el patrón de los nuevos tiempos. Han sido elegidos como recursos humanos con los que se testa y comprueba la primera y principal manipulación de la globalización del siglo XXI. Son los principales protagonistas del mayor ensayo jamás ejecutado hasta el presente sobre dominio, engaño y artificio. 

Las consecuencias de esta radiación informática sólo están a la vista de algunos profesionales de ciertos sectores. Pero esto es sólo el preámbulo. Porque el ensayo ha funcionado maravillosamente. Y sigue activísimo. Los acures, por el momento, están preservados. 

Sólo hay dos movimientos generacionales que son vórtice de nuestro tiempo: boomers y millennials o milenaristas. Lo demás son arrequives que participan de uno u otro centrifugado y se asimilan o integran en uno de los dos remolinos. Y no nos olvidemos de que los milenaristas son una construcción diseñada por los boomers.


Jesús G. Maestro


El eclipse ilustrado. Sobre la ignorancia de los ilustrados y el timo de la Ilustración europea y europeísta

 




Cuando una presunta persona inteligente sitúa el origen del racionalismo moderno en la Ilustración, nos dice mucho acerca de su formación, pensamiento y originalidad. 

Nos dice, ante todo, que carece de pensamiento original y formación propia. Nos dice, ante todo, que no dispone de alterativa a la educación convencionalmente recibida, y que se ha instalado en ella, de forma acrítica e irresponsable, como podría enquistarse en un kitsch cualquiera, en eviterna hibernación. 

Nos dice, también, que no es capaz de percibir, identificar, y ni mucho menos de interpretar, el racionalismo esencial de la Edad Moderna, es decir, el racionalismo del Barroco. 

Identificar la razón con la Ilustración es pacer en el yermo del esperma infértil del idealismo anglosajón. En particular, de la más estéril de todas las semillas, la del idealismo alemán. Y ―con permiso de Rubén―, nos declara, muy claramente, «no saber a dónde vamos, ni de dónde venimos». 

Quien explica el racionalismo de Cervantes a través del racionalismo ilustrado y romántico, no es que haya perdido la razón: es que nunca la ha tenido. Ni sabe lo que es razonar. Quien no se da cuenta de que Quevedo es más racional que Rousseau, no es que le falte un verano: es que le faltan tres siglos decisivos de Edad Moderna, Siglos de Oro incluidos, por supuesto. 

Esta es la forma de «pensar» de la casi totalidad de nuestros intelectuales, filósofos, profesores, y de más familia. Un disco rayado que emite y recita, desde hace más de 300 años, el mismo mensaje. La misma tontería. El eclipse ilustrado.


Jesús G. Maestro




El eclipse ilustrado.
Sobre la ignorancia de los ilustrados
y el timo de la Ilustración europea y europeísta




El timo del «salario emocional» y la pérdida de toda propiedad privada

 





El siglo XXI parece imponer, con ofidia sutileza, un concepto de propiedad muy diferente al que hemos conocido históricamente, al menos hasta el siglo XX. Hoy parece que la idea de propiedad privada se ha desplazado desde la titularidad al uso o la ocupación. 

La vivienda deja de ser propiedad de su titular para ser propiedad de quien la ocupa... Acaso de quien la habita. Podemos llamarlo de muchas formas.

Un texto deja de ser propiedad de su autor para ser de dominio público, aun contra las leyes convencionales de la propiedad intelectual, que nadie en internet parece cumplir, bien en nombre de la cultura libre y gratuita, bien en nombre de la piratería informática... La mayor parte de investigadores académicos y profesores universitarios publica sus trabajos de forma abierta, en múltiples páginas y repositorios. 

Algo así se percibe como una forma de promoción personal, que evita al posible lector el obstáculo de pagar. Pero en realidad oculta algo inconfesable: nadie pagaría un céntimo por leer lo que se escribe, porque no vale nada. Prueba de ello es la agonía actual del periodismo digital. Las personas inteligentes leen la prensa más por esperanza que por curiosidad. Y no pagan por ello, pues consideran que la prensa no vale lo que cuenta, y no necesitan las emociones de la pseudoinformación, porque disponen de otras. Hablo de las personas inteligentes, no se confundan. 

El mundo académico ha renunciado a la titularidad de derechos a cambio del narcisismo de verse en un espacio público, que, en realidad, es una biblioteca sin lectores ni transeúntes. Un callejón sin salida. Sólo hay curiosos del ocio y maledicentes morbosos. Los nuevos investigadores. La propiedad intelectual se ha desvanecido en la Universidad. 

¿Cuántas personas escriben, sin firmar con su nombre propio, lo que escriben en enciclopedias internáuticas globales y en múltiples páginas de internet? ¿Cuántos de nuestros colegas renuncian, por narcisismo estéril, a la titularidad de su propiedad intelectual, e incluso a su propio nombre, y apellidos, reemplazando su onomástica por la anonimia más absoluta? 

Las relaciones sociales y comunicativas del siglo XXI han destruido el sentido de la propiedad en todos los órdenes de la vida humana, social y política, científica e ideológica, comunicativa y escrituraria, artística y también oral. 

Hoy es posible clonar la voz y la imagen de cualquiera de forma libre, impune y graciosa. Lo que es peligroso no sólo no se percibe como tal, sino se exhibe y promueve como gracioso y libertino. Los tontos siempre juegan con fuego... en el pajar de su propia vida. Sin saberlo. En suma, hoy puede decirse que nadie es dueño ni de su propia voz, ni de su propio rostro, ni de su propia imagen, que cualquiera puede usurpar, utilizar y ostentar rápida y fácilmente. 

La impotencia de las leyes y de sus responsables es absoluta. E inédita en la Historia que vivimos y nos espera. 

Una obra musical deja de ser titularidad del compositor para serlo de quien la interpreta públicamente.

Crisis y consumo, con todo tipo de urgencias y necesidades económicas, disponen el desenlace. 

En Estados Unidos, el país del capitalismo por excelencia, muchas personas compartían lavadora y lavandería en sus condominios y residencias desde siempre. En muchos casos, en condiciones semejantes a las de la fracasada Unión Soviética. Algo así resultó inconfesable durante décadas, pero no por ello incierto. Fue y es innegable. 

Hoy, estos hechos han llegado al corazón y a la vida urbana de las ciudades europeas, el continente de las supuestas clases medias. Hoy se vende, como un logro del progreso, el coliving. Sin duda es un logro del progreso de la miseria, de las necesidades inesquivables y de las más bajas dependencias humanas. Hoy las gentes comparten ya en cada barrio lavadora y lavandería. 

Las más recientes generaciones deben compartir piso. A la fuerza, que no por placer ni por devoción. Pronto, compartirán también habitación. Y tampoco será por placer. Siempre ocurrió en conventos, cuarteles y hospitales. Tres lugares en los que la vida nunca es una vida normal, sino aislada, belicosa o enferma. Sin embargo, algo así no se había generalizado antes, como hoy, como ahora, en la vida cotidiana y normalizada. Al menos, no se había generalizado como imperativo de los «amigos del comercio». 

Porque la vida del siglo XXI, diseñada por Estados Unidos para todo el mundo global, deja de ser privada, para resultar cada día más pública, y no sólo por el narcisismo infantil de las redes sociales e internet. Se comienza compartiendo lavadora, y se acaba compartiendo piso, habitación y cama. Una cama compartida, sí, pero ya no con la pareja, sino con el enemigo. Ése es el destino futuro de los más jóvenes: compartir su insomnio con el enemigo. Y fingir que algo así es hermoso y feliz. Y terapéutico. 

La nómina salarial de los trabajadores ya no tendrá los complementos retributivos conocidos, sino que tendrá chistes y gracias propios de un meme. El meme tiene nombre feliz, y se llama «salario emocional». ¿Cuál es el contenido de esta memez denominada «salario emocional»? Pues el habitual: creatividad, voluntariado, conectividad, liderazgo proactivo, movilidad, inteligencia emocional... y cuantas simplezas se le ocurran al actor de turno contratado para difundirlas. 

No olvidemos que el voluntariado es una forma de esclavitud, consentida en hombre de un supremacismo moral, en virtud del cual se trabaja gratis para un desconocido. Algo así como el «Dios te lo pague» de los tiempos de antes, pero con más cinismo y gracejo. Por otro lado, hablar de inteligencia emocional es lo mismo que hablar de ignorancia emocional, es decir, nada y lo contrario, porque uno y otro es lo mismo, y al unísono. La movilidad oculta realmente el zarandeo del trabajador, reducido a títere o pelele de la república internacional del dinero. 

Las fronteras entre lo propio y lo ajeno se esfuman, legal o ilegalmente, y las diferencias entre lo mío y lo tuyo se desvanecen. Todo es de todos, porque nada es, en realidad, de nadie. Y cuando algo es de todos, lo es porque nadie tiene nada. Disfruten de la globalización del nihilismo. Pero no pretendan que yo me lo crea.


Jesús G. Maestro



El timo del «salario emocional»
y la pérdida de toda propiedad privada



La paradoja de la democracia






Las ideologías se han convertido hoy en el timo de las democracias. En su origen, las ideologías respondían de forma sintética a intereses gremiales, esencialmente laborales y económicos. Hoy son sólo consignas emocionales y neuróticas. En ocasiones, incluso, imperativos psicóticos. 

Su destino no es resolver los problemas, sino preservar el enfrentamiento y la división. Negar la experiencia compartida. 

Toda ideología contiene de forma oculta, disimulada y por supuesto latebrosa, objetivos contrarios a los de la mayor parte de la población, la misma población que se adhiere, ignorante, a la promoción de esas capciosas ideologías ablativas y limitantes. 

Miedo, mentira y culpa forman parte de la comparsa mediática y masiva. El magnetismo del abismo, es decir, la mayor paradoja de las democracias: administrar la discordia emocional de la población a través de las ideologías.


Jesús G. Maestro



Democracia y globalización

 





Todos los debates y conflictos políticos actuales remiten a una única cuestión, que nadie se atreve a plantear explícitamente: ¿hay en realidad algún interés en la globalización por mantener la democracia? ¿Para qué quiere un mercado internacional ese conjunto de Estados que sólo molestan en la posesión exclusiva de un monopolio mercantil ajeno a todos ellos? El mercado no quiere división de poderes. El mercado hoy solo quiere su propio poder. Y sólo negocia con su propio poder.


Jesús G. Maestro



Estas son las 4 formas esenciales de hurto a lo largo de la Historia

 





Imposibilitar la propiedad privada no es lo mismo que prohibirla: es algo mucho peor. Es servirse seductoramente del procedimiento contrario a la prohibición para llegar al mismo objetivo: privar al ser humano de libertad y de supervivencia autónoma. Antonio Escohotado llamó a estos últimos «comunistas», mientras que Paolo Prodi calificó a los primeros de «tramposos». Unos y otros representan sendos caminos para alcanzar el mismo destino: el totalitarismo de la globalización.  En suma, estas son las cuatro formas esenciales de hurto a lo largo de la Historia: robo, trampa, corrupción y... negación de la propiedad privada.


Jesús G. Maestro


Cuatro formas esenciales de robar a lo largo de la Historia:
a la última no podrás sobrevivir...



La negación de la propiedad privada en la globalización del siglo XXI

 





De acuerdo con la más autorizada bibliografía sobre la Historia del comercio, la economía y el Derecho, el concepto de «hurto» en la civilización europea ―y por analogía Occidental― ha sido objeto de tres estadios evolutivos e integradores muy atractivos: 1) el robo en sentido estricto, como apropiación ilegal de pertenencias ajenas; 2) la trampa y el fraude en las relaciones contrafactuales y mercantiles, como contrapunto de la ley e incluso del mismísimo Derecho Mercantil; y 3) la corrupción política y la adulteración del Estado de Derecho mediante la transgresión de las leyes civiles y administrativas, merced al poder supremo ―y sin alternativa― de un mercado global y un capitalismo planetario. 

Hoy el totalitarismo no lo ejerce el Estado, sino el mercado. Pero esto no es todo. De hecho, esto no es ni siquiera lo esencial. Lo importante, acaso por irreversible ―e irremisible―, es lo siguiente. 

Hay un cuarto estadio en la evolución histórica del «hurto». Una cuarta etapa que ni siquiera Paolo Prodi en su libro sobre el séptimo mandamiento y el sacro imperativo, tan categórico antes de Kant, «no robarás» ―Hurto y mercado en la Historia de Occidente (2009)―, llega a sospechar, ni a intuir. 

Me refiero, a título propio y sin equívocos, a la negación de la propiedad privada. No hablo de marxismo. El marxismo es hoy ―y desde hace décadas― un espejismo histórico sólo visible desde una adolescencia crónica y acaso incurable, aún perdurable en seminarios religiosos y facultades ―con minúscula― de filosofía o autoayuda. Hablo de globalización. 

Hoy el mundo se encamina hacia la negación de la propiedad privada. Es la forma más sofisticada de hurto: impedir al ser humano el acceso a los recursos esenciales, a cualquier recurso que le permita valerse por sí mismo y poseer algo propio, con seguridad legal y estabilidad económica. 

La ocupación de vivienda ―amparada por la ley―, la imposibilidad financiera de adquirirla, la incapacidad de acceder a alquileres para vivir, la limitación de movilidad individual o personal mediante el uso de vehículo propio, o incluso la defensa de la propia vida ―como propiedad privada esencial e irreversible―, son sólo algunos de los pasos que preludian, a título de vanguardias mercantiles, este proyecto global y objetivo totalitario: la negación de la propiedad privada en todos los órdenes de la vida humana. Incluida la propia vida, es decir, la supervivencia biológica personal. O de lo que quede de ella. Porque no habrá Derecho que te ampare, si no es el Derecho Mercantil, cuyo objetivo no es ampararte a ti, sino al mercado que te explota laboral y económicamente. 

La globalización del siglo XXI tiene como meta y propósito imposibilitar al ser humano el acceso a la producción privada de todo tipo de bienes, desde la extirpación de la soberanía alimenticia ―no podrá cultivar nada propio (la concentración de la vida en las ciudades persigue desde hace décadas ese desenlace)― hasta la incapacidad para acceder a ningún recurso que pueda dotarle de una mínima autonomía o libertad. 

Aislado en una urbe, su sobrevivencia es y será totalmente vulnerable y abatible. Eso sí, se podrá pasear el perrito y se tendrá acceso a un simulacro de «huerto» urbano: podrás jugar a los ascetas y practicar el narcisismo de la humildad. Y a obedecer sin alternativas ni inteligencia posibles. Sentirás mucho, y no pensarás en nada, porque desde décadas llevan educándote para sentir, no para pensar. Sentirás, o no, la felicidad, pero no pensarás en tu libertad.

El ser humano de finales del siglo XXI no será dueño de nada. Y no dispondrá de recursos para hacerse dueño de nada. No se lo negará el Estado, pues el Estado entonces ya no existirá. Se lo negará el comercio global y sin fronteras. 

El principal déficit de recursos comienza con una educación que está por debajo de las exigencias de la vida a la que ha de enfrentarse y de la realidad contra la que habrá de luchar. La fragilidad de recursos sanitarios viene inmediatamente después o incluso es simultánea. Los autónomos serán franquiciados, y el parasitismo será lo que ya es: una forma de supervivencia extrema y por completo dependiente. 

Hoy aún vive un breve repertorio de generaciones que ha hecho de su vida una realidad de bienes privados, y que ha tenido la posibilidad ―no por todos aprovechada con la misma legalidad y fortuna― de haber forjado sus mejores o peores patrimonios. Son las últimas generaciones que han luchado, estudiado y trabajado como las nuevas ya no lo pueden hacer, ni acaso saben hacer. Porque no se les ha enseñado ni inducido a hacerlo. Ni mucho menos, exigido. 

Los más jóvenes, auténticos «Mowglis» o «niños de la selva» del siglo XXI, usan este verbo ―exigir― como sujetos, nunca como complementos indirectos. Estos descendientes pagarán más por recibir la herencia ―si la hubiere, destino muy dudoso, pues sus padres no están para muchas verbenas― que legalmente les corresponde que lo que esa misma herencia vale en efectivo. Muchos de estos «Mowglis» se verán obligados incluso a renunciar a ella por falta de liquidez. 

Téngase en cuenta que la fiscalización, como el pago de impuestos ―incontables―, es la forma legal que los Estados democráticos, en el estertor de su actual agonía política, utilizan para apropiarse ―naturalmente de forma tan legal como abusiva― de la producción personal ―y de la propiedad privada― del ser humano. 

Si esto no es «hurto», usen el diccionario de Orwell (la Academia no se ocupa de estas cosillas). En todos los cementerios reina el idealismo, y el de los elefantes no es una excepción. Advierte además que el Derecho Mercantil no es un diccionario, sino algo que, cada día, se parece más a una apagóresis. Internet, redes sociales y medios de comunicación masiva ya se encargan de recordarte diariamente que a la globalización conviene llegar con la agenda muy bien aprendida.


Jesús G. Maestro


Hacia la negación de la propiedad privada
en la globalización del siglo XXI



Es mentira afirmar que el comercio necesita la democracia

 



No es el comercio el que necesita la democracia para su supervivencia, puesto que antes y después de cualquier democracia ha habido siempre comercio. Es la democracia la que necesita el Estado, para su supervivencia y para la supervivencia de los demócratas. Sin democracia, hay comercio, pero sin Estado, no hay democracia. 

El futuro está marcado por un mercado sin Estado, es decir, por un comercio sin democracia. Éste es el imperativo nuclear de la nueva globalización.


Jesús G. Maestro


Historia del capitalismo:
orígenes de la globalización comercial del siglo XXI.
Paolo Prodi y su teoría del mercado



El triunfo del miedo es el fracaso de la democracia

 




El miedo es una fuerza que impide al ser humano convertirse en lo que desea ser. Es la distancia que separa tu vida de los objetivos y consecuencias que pretendes conseguir. 

La fuerza de esa impedimenta bélica se puede superar de varias formas. 

Una de ellas es el fanatismo gregario, que desvía el miedo hacia el desarrollo de ciertas patologías encubiertas y muy eficaces. Éste suele ser el itinerario fácil de los cobardes acomplejados y timoratos empoderados. 

Otra forma de superarlo es servirse de la razón individual, mucho más difícil de desarrollar que la adhesión gremial, y que exige mucho más valor, fuerza sostenida y extremada astucia e inteligencia. 

El ser humano casi siempre supera el miedo, pero no en todos los casos de forma saludable y positiva. Unas veces lo desactiva con estrategias operatorias racionales y efectivas, pero otras veces desarrolla estrategias patológicas que, negadoras idealmente del miedo, convierten a quien lo sufre en una criatura desviada de sus intenciones y objetivos originales. 

El miedo extravía la vida y la arruina. La exaltación gregaria de un ideal es siempre la tapadera estratégica de un miedo que se pretende conjurar o contrarrestar. Sin éxito. 

El feminismo es el miedo a sufrir ―sin alternativas posibles― las libertades, con frecuencia idealizadas, del varón. El inconsciente es ―como el narcisismo colectivo y gregario― el miedo a las razones, ideas y costumbres de quien vive de modo diferente ―pero próximo― a nosotros. La Ilustración europeísta del siglo XVIII es el miedo al poder de España, a su Historia, su ciencia y su literatura, que la leyenda negra anglosajona desacreditó con una fuerza propagandística que llega incluso a nuestros días. 

Detrás de cada idealista exaltado hay un miedo ―matriz y soterrado―, que ha extraviado y desviado patológicamente el curso de una intención fracasada, a la que este idealismo se adscribe con ceguera y sin desengaño posible. 

El desengaño exige superar el miedo a asumir la realidad. Renunciar al desengaño equivale a perpetuarse en el idealismo y en el miedo. Es la cronificación de una vida equivocada. Porque el miedo ―como el fanatismo― te hace renunciar antes a la vida que al error.

Hoy, el triunfo del miedo es el fracaso de la democracia.


Jesús G. Maestro



¿Qué es el miedo?
Una definición y tres ejemplos sintéticos y útiles



Obviedades relativas en torno al miedo

 




El miedo es una experiencia psicológica que, causante de ansiedad, está provocada por la incapacidad de gestionar las consecuencias de determinados hechos ―reales o imaginarios― que escapan a nuestro conocimiento, poder y voluntad. 

Esta incapacidad se manifiesta en situaciones habituales, inesperadas o recurrentes, y normalmente se supera o se evita. Pero, si no se dispone de facultades o recursos para superar un miedo recurrente, tal vez esta incapacidad puede proceder de una vulnerabilidad específica, que suele verse estimulada y potenciada por determinadas formas de conducta, exposición y relación, que nos sitúan en tiempos y espacios inconvenientes y peligrosos. Es el cronotopo maligno

Indudablemente, el miedo es una reacción de alerta, que opera como un vector preventivo y defensivo, y que conviene gestionar y controlar lo antes posible. Cuando el miedo se convierte en una reacción que no logra sofocarse ni reorganizarse, puede desembocar en una experiencia patológica creciente. 

Algo así debe evitarse ―o potenciarse, si el propósito es destruir a una sociedad o a una persona―, por la sencilla razón de que, si crece, destruye de forma perversa y enfermiza al sujeto ―o al colectivo gregario― que lo padece, le somete a voluntades ajenas y le inocula sentimientos de culpa que no le pertenecen.


Jesús G. Maestro



El miedo es el tabú de las personas inteligentes

 





Hoy se habla más del narcisismo que del miedo, cuando este último es un polizón que acompaña todos nuestros actos, sentimientos, pensamientos y omisiones. 

El miedo a la libertad del prójimo explica el origen y pervivencia de todo tipo de religiones, filosofías e ideologías. 

El ser humano se agrupa en órdenes religiosas, escuelas filosóficas y grupos ideológicos para sentirse más seguro frente a la libertad de los demás. Y, por supuesto, para limitarla, contrarrestarla o exterminarla, siempre que sea posible. 

El inconsciente mismo, tal como lo plantea Freud, es el miedo a la razón de los demás. El inconsciente es siempre muy consciente de las razones ajenas.

Religiones, filosofías e ideologías son siempre resultado del miedo a la libertad del prójimo. 

Explicar el miedo exige ponerlo en relación con hechos de los que hasta hoy nadie ha hablado con claridad suficiente. El miedo es el tabú de las personas inteligentes.


Jesús G. Maestro



El flautista de Hamelin no está en ninguna red social

 





La estupidez dispone de una fuerza demasiado inteligente como para subsistir por sí sola. Algo más hay en ella que no se confiesa. 

Que millones de personas sean diariamente devoradas por las redes sociales y el consumo de contenidos absolutamente estériles e improductivos, cuya emoción los absorbe y ciega, es algo que se produce por algo más que estupidez... Hay algo más, algo más hondo y más potente que la misma estulticia, trabajando sin descanso en la mente necia de un inútil. 

Esta autoanulación del ser humano sólo se produce en un mundo sin salidas. En un mundo sellado, sin puertas ni ventanas. Nada más irónico y malévolo que llamar «ventana» a la pantalla de un callejón sin salida, llamado también ordenador. Un mundo que ha perdido la consciencia o exigencia de satisfacer necesidades más urgentes y vitales. 

Por muy idiota que seas, hay cosas a las que no te dedicas a menos que vivas en un anémico y anómico callejón sin salida en el que no es posible ninguna revolución. El mundo parece ya una cárcel, una jaula o pecera sin objetivos ni esperanzas. No puede ser cierto algo así, todavía. 

Sin embargo, hay cosas que sólo tienen lugar bajo una especie de coma emocional o intelectual. Cualquier cosa vale más que hacer de tu vida un estercolero de emoticonos.

 Cuando la gente ve tonterías y dedica su tiempo a las estupideces de internet ―desde la geopolítica hasta la pornografía, pasando por supuesto por la filosofía y la autoayuda―, es por alguna razón más que la idiotez. 

Hay algo más... Algo que ha estallado justamente en nuestro tiempo, y que no se daba antes de igual modo... Es una necesidad básica morbosamente satisfecha... un no tener que hacer nada inteligente para mantener vivas ciertas constantes vitales básicas y parásitas... un no tener que cazar, sembrar la tierra o luchar por la vida. 

Un suicidio colectivo para que otros ―desconocidos y poderosos― vivan mejor que tú. 

El flautista de Hamelin no está en ninguna red social. Los ratones están en todas.


Jesús G. Maestro



La nueva represión sexual del siglo XXI: 
contra miedo, mentira y culpa



La debilidad no es un mérito

 



Ninguna debilidad se amerita nunca exhibiendo fracasos. 

La fuerza es una razón que los débiles minusvaloran mucho más de lo debido, por no pensar seriamente qué es lo que ha convertido a alguien que razona supuestamente peor que ellos en una persona más fuerte y poderosa. 

Cuando alguien es más fuerte que tú, lo es por razones que tú seguramente desconoces. 

Y esas razones, para ti ignotas, son la clave de tu propia debilidad.


Jesús G. Maestro



La nueva represión sexual del siglo XXI:
contra miedo, mentira y culpa



Amigos y enemigos del comercio

 



Si la democracia cuenta hoy con el apoyo de los amigos del comercio, no es porque el gran capital sea demócrata, sino porque la democracia les ofrece más consumidores que otro sistema político. Por el momento. 

Es una cuestión de cantidad. El día en que un totalitarismo les ofrezca más consumidores que la democracia, los amigos del comercio apoyarán a ese ―o a cualquier otro― totalitarismo. No es una cuestión de principios, sino de consecuencias. El mercado quiere consumidores, no demócratas. Y la consecuencia es el dinero, no la democracia, ni mucho menos los principios. 

Hoy, la mayoría de los consumidores quieren ser demócratas. Bien. A los amigos del comercio les parece bien. 

Cuando la mayoría de los consumidores se identifiquen con un totalitarismo, y sean mayoritariamente partidarios de un régimen totalitario, a los amigos del comercio les parecerá igual de bien. 

Los amigos del comercio no tienen prejuicios, a diferencia de la gente que los odia o los detesta, a la vez que los persigue y alimenta. Los amigos del comercio no tienen prejuicios ni ideología: tienen dinero. La ideología, como los prejuicios, se diseñan para ti. Para tu dieta y tu consumo habituales. Y para que te comportes como es debido, jugando a cambiar el mundo y todas esas cosillas.

Además de tener dinero, los amigos del comercio acostumbran a razonar mucho más y mejor que tú. Disponen de un racionalismo que con excesiva y arriesgada frecuencia sus enemigos ignoran.

La mayoría siempre gana. La razón viene, vuelve y se transforma después, una y otra vez, y se adapta, fácilmente, a lo que haga falta. Para eso están la prensa y la publicidad, el Derecho, las leyes, la filosofía, la religión y la política. La ciencia está mejor entre bastidores, circulando como un secreto más o menos bien guardado. La literatura... La literatura es mejor que se llame «escritura creativa», y que sea, como en los Estados Unidos de hoy, uno de esos ―naturalmente comerciales― géneros de autoayuda y autoengaño. Y todos contentos, es decir, felices. Es mejor que el Quijote siga siendo un libro incomprensible para los idealistas.

Los amigos del comercio no son idealistas. Idealista es el que ignora cómo funciona la realidad. 


Jesús G. Maestro



Amigos y enemigos del comercio
ante el fracaso de la democracia en el siglo XXI



Cuando Pérez Reverte dice que nos equivocamos de Dios...

 




Cuando Pérez Reverte dice que nos equivocamos de Dios, ¿habla del imperio español o del imperio romano? Porque desde Edward Gibbon, fueron precisamente los ilustrados ―a quienes Pérez admira consuetudinariamente― los que afirmaron que quienes se equivocaron de Dios fueron los romanos, al renunciar a sus propios valores y a su politeísmo mitológico en favor de la teocracia de Pablo de Tarso. 

Y no hará falta añadir que el Dios de Lutero muere en brazos de Nietzsche, en el fragmento 125 de La gaya ciencia, en una fecha tan tardía como 1882. Faltaban sólo dos años para la publicación de La Regenta de «Clarín». 

Si Nietzsche hubiera leído a Cervantes ―¿he de citar aquí también a Pérez?― con la debida atención, se habría percatado de que ya en el Quijote, las Novelas ejemplares y, sobre todo en La Numancia, la literatura cervantina es una literatura deicida. 

Mucho antes que Nietzsche, Cervantes ha reemplazado en su literatura la razón teológica por la razón antropológica. 

En el Siglo de Oro español hay más racionalismo y crítica ―y dialéctica― que en toda la Ilustración anglosajona y afrancesada juntas. 


Jesús G. Maestro


Pérez Reverte, tu punto débil y el mito de los niños lectores



Cuando los curas escribían pornografía

 


Cuando los curas escribían pornografía, porque sabían hacerlo mejor que nadie, en el Siglo de Oro español, había novelas que se titulaban La lozana andaluza (1528), como la de Francisco Delicado, clérigo cordobés, editor y humanista. 

Seguimos hoy esperando encontrar títulos equivalentes a La Celestina o Lazarillo de Tormes, La señora Cornelia, El celoso extremeño o El viejo celoso, por no hablar de El coloquio de los perros o El amante liberal, en el puritano y liberal (valga la antanaclasis) mundo protestante. 

No diré el Quijote, pues algo así ya sería un golpe bajo innecesario, superior incluso al sarcasmo y el escarnio. No hace falta exhibir constantemente que el único as de la literatura universal lo tenemos nosotros. 

Lo cierto es que hoy, los extremos, de nuevo, se tocan, y no sólo para hacer manitas. 

Los problemas sexuales comenzaron con Lutero, el Gran Hermano contemporáneo de filosofías, religiones e ideologías totalitarias. 

Hoy, Lutero, como siempre, quiere mandar más que Dios, pero, también como siempre, ignora que no puede organizar la vida mejor de lo que la vio y contó un español como Cervantes. 

La literatura es lo único que, desde siempre, puede defendernos de filosofías, religiones e ideologías, es decir, del miedo, la mentira y la culpa. La virtud sólo existe allí donde hay un vicio que ocultar.

Jesús G. Maestro



La nueva represión sexual del siglo XXI:
contra miedo, mentira y culpa



¿Escritura creativa o literatura?




Háganse un favor, sobre todo si les gusta la autoayuda: cuando hablen de escritura creativa, créanse literatos, siéntanse poetas, considérense novelistas, repútense dramaturgos..., pero sepan que no lo son, so pena de autoengaño y narcisismo intensos. Porque «hacer» o «perpetrar» (no hay otros verbos) escritura creativa, creyendo escribir literatura, es como beber leche en polvo en lugar de leche de vaca, consumir carne sintética en vez de solomillo o respirar aire acondicionado en lugar de brisa marina o aire de monte limpios. La originalidad no consiste en desarrollar una patología, sino en saber evitarla. 


Jesús G. Maestro, Crítica de la razón literaria, 2022.



Ansiedad de idealismo científico

 


 

El idealismo científico no es posible sin la intervención fanática y extrema de las ideologías. Es un fenómeno que se manifiesta en la Historia de forma periódica, y deja como consecuencia una resaca de frustración, impotencia y resentimiento, cuya venganza, contras las ciencias, asumen inmediatamente la religión, la filosofía y la autoayuda ideológica más irascible. La ansiedad que provocó el positivismo decimonónico se saldó con el éxito de Nietzsche, Freud y Heidegger, entre otros gurús y hechiceros del más allá que profetizaban ―apocalípticos― en el más acá.

Cuanto más débil es psicológicamente el ser humano, más vulnerable es a caer en la red que tejen para él las religiones, las filosofías y las ideologías. Las personas fuertes no son susceptibles del mismo modo a estas formas retóricas de dominio y sumisión. En realidad, no suelen serlo apenas de ningún modo: las ignoran y desprecian. La religión condena a quien no la profesa, la filosofía minusvalora a quien no la aprecia y las ideologías declaran la guerra a quien no las secunda. Unas ofrecen salvación eterna, otras prometen una forma de vida superior y engreída, y las últimas aseguran derechos gremiales a quienes se unen a ellas. Son modos de incurrir en megalomanías, narcisismos y gregarismos. Son los tres géneros históricos del autoengaño colectivo: religión, filosofía e ideologías. Placebos de fortaleza exterior y gregaria que disimulan una superlativa debilidad psicológica individual e íntimamente inconfesable.

Algunas personas consideran, no sin razones, que hay algo peor que un Estado totalitario, y piensan en la República de Platón, en la Ciudad de Dios de Agustín de Hipona o en la utopía socialista de Carlos Marx. No nos olvidemos, tampoco, de la globalización trazada hoy por los «amigos del comercio». Todas ellas son las diferentes máscaras del mismo totalitarismo, en el que una y otra vez religiones, filosofías e ideologías se dan la mano de forma latebrosa y permanente.

Hoy las ideologías exigen a las ciencias ir contra natura. El comercio ha encontrado aquí un importante mercado. A diferencia de lo ocurrido en el siglo XIX, hoy el imperativo no es ir más allá de lo posible, sino en contra de lo necesario. Ésta es la preceptiva posmoderna: hacer creer que es factible científicamente invertir sin consecuencias el curso de la naturaleza. Foucault, lejos de resolver el problema, lo legitimó en una de sus formulaciones más fanáticas: el narcisismo de un ego sexualmente idealista y absoluto, con propio derecho a todo, incluido el derecho a alterar, en su individualista y exclusivo beneficio, el curso natural de la naturaleza, ignorando fabulosamente todas las consecuencias reales.

El ser humano es un diseño de la naturaleza, no un diseño de la ciencia. La interacción entre ciencia y naturaleza no puede llevarse gratuitamente a extremos que desemboquen en la destrucción de uno de ambos polos. La ingeniería de la naturaleza dispone que los seres humanos se complementen mutuamente en su anatomía, psicología y fisiología. Nótese que religiones, filosofías e ideologías siempre han nacido y crecido con la obsesión patológica de intervenir en las relaciones sexuales humanas de un modo obstinado e insaciable.

No hay religión, ni filosofía, ni ideología, que no haya tratado de pontificar cómo deben ser, imperativamente, las relaciones ―por supuesto sexuales― entre los seres humanos. Y lo han hecho siempre para dañarlo todo, es decir, para estropear y adulterar ―con sus creencias, ideas y prejuicios― la unidad que, al fin y al cabo, el macho y la hembra naturales y biológicos protagonizan en su desarrollo vital. Esta unidad que el macho y la hembra buscan, de forma natural, y por instinto humano esencial, es lo que hace posible la vida en la Tierra.

Una de las formas más sofisticadamente astutas y recurrentes de destruir la vida en la Tierra es intervenir en las relaciones sexuales de las especies ―sobre todo la especie humana― para dañarlas, estropearlas y malograrlas. Siempre en nombre de una religión, una filosofía o una ideología. Es difícil exterminar la vida, porque la biología se abre paso sobre todas las cosas, y, por supuesto, sobre los venenos de la religión, la filosofía y las ideologías, las cuales, hay que constatarlo, se transforman históricamente, una y otra vez, para seguir hastiando a todos y cada uno de nosotros,  es decir ―dicho en crudo― jodiendo a todo dios.

 

Ansiedad de idealismo científico:
intervención fanática y extrema de religión, filosofía e ideología