Catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, como profesor universitario, autor de la Crítica de la razón literaria, dispone de forma abierta, libre y gratuita, de toda su actividad docente, académica e investigadora, en internet, con más de mil clases grabadas en su canal de YouTube.
Una filosofía para sobrevivir en el siglo XXI
Quienes adquieran un ejemplar de este libro
en Amazon durante la preventa podrán acceder de forma exclusiva a un vídeo de
Jesús G. Maestro en el que el autor responderá personalmente a las preguntas
que los lectores de esta obra le dirijan a través de la editorial
HarperCollins.
¿Te gustaría que tu pregunta sea una de las
seleccionadas? ¡Es muy sencillo! Sólo necesitas adjuntar tu comprobante de
compra, registrar tu dirección de e-mail y dejar tu pregunta para el autor en
el formulario que encontrarás a continuación.
El miércoles 22 de enero, día de
lanzamiento, recibirás un correo electrónico con más información sobre cómo
acceder al vídeo y disfrutar de esta experiencia única.
Mientras tanto, no te pierdas el contenido
de Jesús G. Maestro en sus canales de LinkedIn y YouTube.
¡Anímate a participar y forma parte de esta oportunidad exclusiva!
Aquí
está el enlace al formulario para tu pregunta:
https://acortar.link/4vCsjF
Disponible
en Amazon
https://acortar.link/ah16DE
La pobreza literaria de la Ilustración
Lo primero que hizo la Ilustración anglogermana y afrancesada fue cargarse la literatura. La suya y la de los demás. Destruir la suya propia no fue algo difícil, hemos de reconocerlo. No obstante, cada 23 de abril, aprovechando que se cumple el aniversario de la eternidad de Cervantes, nos sacan a Shakespeare en procesión. Shakespeare, el mejor amigo de los fantasmas.
Sin embargo, como decía, la Ilustración, aunque arruina por sí sola la interpretación de sus propias literaturas, e intenta también la ruina de las demás, no pudo abatir la literatura española, ni mucho menos el Siglo de Oro. Antes al contrario, el resultado fue admirativo. Una sublimación que, pese a todo su cacareado racionalismo, Alemania nunca supo explicar más allá epifonemas y exclamaciones místicas derramadas en páginas y páginas de Goethe, Schiller y los fraternales Schlegel. Todos ellos figuras multiuso para citas varias de alto valor emocional, sobre todo cuando no se sabe qué decir.
Es lo que la Ilustración debe al Romanticismo, su resonancia verborreica, su eufonía académica de trovas vacuas, tras la que se eclipsa un vacío literario sin precedentes. Con todo, no hay exigencias filosóficas capaces de hacer enmudecer a la literatura. Como tampoco hay interdicción religiosa, ni política, que la acalle o intimide.
Por eso mismo tampoco hay nada más irónico y ridículo que esos escritores y profesores de literatura, que movidos no sé muy bien por qué tipo de inercia o de ignorancia, reclaman una vuelta a la «razón ilustrada». No sé si es un ritual intelectual que practican quienes, bajo la ansiedad del narcisismo filosófico o académico, buscan hacerse visibles a través de cualquier forma de publicidad. Pero lo que sí sé es que tal declaración es una absurdidad completa.
Hablar de «razón ilustrada» es galvanizar un oxímoron, en cuyo germen habita el exterminio mismo de la literatura. El racionalismo ilustrado es incompatible con el racionalismo literario. Es un pseudorracionalismo filosófico que, idealista y narcisista, como el de Platón, y tantos otros, expulsa a la literatura del Estado. Y subsume al ser humano en un tercer mundo semántico, utópico y marfuz. La literatura es incompatible con la «razón ilustrada». El racionalismo de la literatura no cabe ni en el idealismo de los filósofos ni en el autoengaño de cortesanos, académicos y demás familia.
Jesús G. Maestro
Hablemos de la endogamia universitaria
Cada cierto tiempo algún medio de comunicación habla de la endogamia en la Universidad[1], como si esta endogamia hubiera aparecido hoy, careciera de historia y genealogía, y no formara parte de la esencia de la democracia, de los intereses de un Estado desigualado por autonomías injustas e incoherentes, y por una vocación de privilegiar intereses colectivos totalmente ajenos a la ciencia, la investigación y la calidad académica.
El problema de la endogamia universitaria española está totalmente relacionado con la partición del Estado en comunidades autónomas, enrocadas unas contra otras e impermeables absolutamente a toda presencia ajena de quien ha nacido o se ha formado en el pueblo de al lado. Es imposible pretender una Universidad no endogámica, o aspirar a ella, cuando la estructura territorial y política de un país está totalmente endogamizada, y de forma irreversible, acaso irrecuperable.
Se trata, pues, de un problema que no tiene solución. Es una herida, una lesión, inherente a la propia democracia. Nuestro sistema político tiene tumores que le costarán la supervivencia, pero esto es algo que hoy nadie quiere ver, ni oír, ni mentar. Ni mucho menos curar.
Algunos dinosaurios universitarios, que han formado parte de la endogamia desde que nacieron, fingen ataques de histeria académica cuando oyen hablar a otros de endogamia universitaria, como si semejante peste no les debiera a ellos la fertilidad, el cuidado y las garantías de preservación de la que gozan en grupo y se jactan, individualmente, en privado. En público, por supuesto, se rasgan las vestiduras. No son malos actores, pero son mejores agentes. Porque en privado siguen fertilizando la endogamia. Pero es bonito decir, en público, que la endogamia deteriora la calidad de la Universidad. ¿Y...? ¿Y qué? ¿Acaso no es lo que la democracia ha dispuesto? ¿Hay alguna universidad que haga lo contrario?
Yo estudié en la Universidad de Oviedo la licenciatura y el doctorado. Oposité en la Universidad de Vigo, sin endogamia, hace justo 30 años, para optar al curso 1994-1995 como profesor. Las posibilidades que la democracia me dio y me da para cambiar de Universidad, gracias a la endogamia, son nulas. De aquí, a la jubilación.
El extranjero es aún peor. Mucho peor. He trabajado en varias universidades de varios países extranjeros y sé de qué hablo. No creo en los fantasmas ni en los relatos de emigrantes frustrados. Al emigrante no le queda más remedio que reconocer que lo peor del extranjero es lo mejor del mundo. Fui, vi y volví. No creo en historias foráneas. Allí la endogamia no es geográfica o territorial, sino que se articula mediante camarillas extraterritoriales y globalistas, y resulta aún mucho más cruda, letal y obstaculizante.
Que levanten la mano mis colegas españoles que, demócratas todos, no trabajen como docentes en la misma Universidad en que han estudiado licenciatura y doctorado. Puedo poner incluso un ejemplo de universidad suiza donde ha ocurrido lo mismo. Este mediterráneo lleva descubierto milenios.
Si yo, hoy, como catedrático, opositara a un puesto de titular en mi área de conocimiento en cualquier universidad de mi Estado, España, mis colegas votarían en contra y, como catedrático, no conseguiría ni una plaza de titular. Mis propios colegas y amigos votarían por la endogamia antes que por mí. Porque la amistad es gratuita, y fingida, y los intereses profesionales, no. Y porque yo me iré un día, pero la endogamia, no. La endogamia es más rentable que yo y que cualquiera de nosotros. La endogamia es más valiosa que la democracia.
Y si adujera, como mérito en una oposición, haber escrito y publicado una obra como la Crítica de la razón literaria, peor aún. Ningún colega reconoce, si no es a regañadientes, el éxito ajeno. La envidia es la forma más siniestra de admiración. Lo sabemos. Y nos la pela. Vivir en el desengaño tiene sus ventajas. No es amargura, no, ni mucho menos. Amargura es la que tienen quienes envidian, desengaño es lo que preserva a quienes no tenemos ninguna razón para envidiar a los demás. El desengaño es la sala vip de las capacidades profesionales. Se llama conocimiento del medio para la supervivencia.
Me río yo de la meritocracia, de la libertad y de la calidad científica o investigadora propuesta por agencias nacionales o internacionales, terrestres o extraterrestres, burocráticas todas, y nacidas para obstaculizar la carrera académica de las personas más valiosas y trabajadoras, así como también me río de todas sus exigencias, tan inútiles como pseudoacadémicas. Es ridículo. Me recuerda a los chistes de Voltaire, ese pedante del humor, que quiso ser Quevedo, y acabó siendo un Woody Allen de la época, una caricatura de esa Francia ilustrada y maquillada cursimente bajo los efectos de su propio espejismo.
Quien conoce la realidad en que trabaja no necesita ni sueños ni mentiras que justifiquen nada. No necesita agencias de evaluación que midan su trabajo: no necesita que le juzgue quien tiene menos currículum que el suyo propio. Es el mundo al revés.
El autoengaño es el consuelo de los impotentes. Y la endogamia es la forma suprema de autoengaño en la Universidad, tanto española como extranjera. Porque quien no conoce cómo funciona la Universidad fuera de España es un inocente y un incauto respecto a las formas más perversas, letales y globalistas de endogamia académica.
Sin embargo, nada se justifica, y menos aún mutuamente. Nuestras democracias, lejos de combatir la endogamia, la preservan latebrosamente. Busquen en internet estos términos endogamia y universidad. Su disco duro quedará saturado. Su cabeza, también. Y la vista, nublada. Llevamos así décadas. Y nada va a cambiar. Nada.
Más les
diré: en una generación, acaso antes, ninguna Universidad tendrá en plantilla
profesores que no hayan nacido, crecido y estudiado en la misma comunidad
autónoma y, por supuesto, en la misma Universidad, en la que han cursado sus
estudios. El onanismo académico será absoluto. Y, como es bien sabido, el
precio de la autonomía es la esterilidad. Pero de esto, nuestra democracia no
quiere saber nada. Hay Estados, no sólo de ánimo, a los que la infertilidad
parece hacerles felices. Sarna, con gusto, no pica, dice el refrán. Y si pica,
no mortifica.
_________________
NOTA
[1] «La
Rey Juan Carlos adjudica de forma endogámica el 70% de sus plazas de profesor»,
afirma un medio de comunicación el 4 de noviembre de 2024, como si el mundo
hubiera comenzado ese día.
Hablemos de la endogamia universitaria
Ciencias contra ideologías
De tanto defender las ideologías, los científicos han perdido de vista la ciencia, es decir, sus propios conocimientos.
Las ciencias tienen como objetivo el conocimiento objetivo de la realidad. Un conocimiento que por su naturaleza ha de ser científico, crítico y sistemático.
Por su parte, ideologías, filosofías y religiones tienen, contra las ciencias, un objetivo muy diferente, que no consiste en conocer ―ni reconocer― la realidad, sino en cómo intervenir sobre los conocimientos científicos para manipularlos y adulterarlos según sus propios intereses ideológicos, filosóficos o religiosos.
La independencia de las ciencias del poder de religiones, filosofías e ideologías es absolutamente necesario para preservar la vida humana en las mejores condiciones posibles de libertad e inteligencia.
Es la historia sin final de Platón contra Homero, de Belarmino contra Galileo, de Kant contra Newton, del protestantismo contra Darwin, de Nietzsche contra Maxwell, de Heidegger contra Einstein... es la lucha, también, de la literatura contra sus enemigos, pasados y presentes.
Porque la literatura, que no es en absoluto una ciencia, tiene en común con las ciencias el hecho de enfrentarse a una triple alianza de adversarios: ideólogos, filósofos y gurús.
Jesús G. Maestro
Estado y democracia
El Estado, como configuración política constituida en la Edad Moderna, no es que se encuentre en crisis, es que de hecho y de derecho es una institución totalmente impotente para enfrentarse a los acontecimientos actuales, y aún más a los que nos precipita la globalización del siglo XXI.
Del mismo modo y de forma simultánea, la democracia es un sistema de gobierno igualmente impotente para resolver conflictos que rebasan sus posibilidades jurídicas, económicas y políticas.
Sin embargo, el ser humano no es capaz de encontrar ni una alternativa al Estado, como institución política, ni una restauración de la democracia. No hablemos ya de su necesaria transformación o reconversión en un régimen político más favorable a las libertades de la gente honrada y trabajadora, y mucho más respetuoso con todos y cada uno de nosotros.
La vida humana es un autoengaño individual. La vida política es un autoengaño, pero colectivo.
De cualquier modo, todos sabemos que ni el Estado ni la democracia son eternos ni eviternos.
Y también sabemos que esta certeza es perfectamente compatible con el autoengaño, individual y colectivo.
Jesús G. Maestro
Boomers y milenaristas
Hay una generación con la que internet ha hecho todo tipo de experimentos: los milenaristas. No son ellos los que experimentan con internet, no, sino internet con ellos. Se han convertido, sin saberlo, en la primera generación con la que la anglosfera ha saturado impunemente su laboratorio psíquico y social. Pero no lo saben.
El presente resulta demasiado divertido como para detenerse a pensar en cualquier cosa que nos distraiga. Los ensayos internáuticos son múltiples y a grandísima escala. Los milenaristas son el patrón de los nuevos tiempos. Han sido elegidos como recursos humanos con los que se testa y comprueba la primera y principal manipulación de la globalización del siglo XXI. Son los principales protagonistas del mayor ensayo jamás ejecutado hasta el presente sobre dominio, engaño y artificio.
Las consecuencias de esta radiación informática sólo están a la vista de algunos profesionales de ciertos sectores. Pero esto es sólo el preámbulo. Porque el ensayo ha funcionado maravillosamente. Y sigue activísimo. Los acures, por el momento, están preservados.
Sólo hay dos movimientos generacionales que son vórtice de nuestro tiempo: boomers y millennials o milenaristas. Lo demás son arrequives que participan de uno u otro centrifugado y se asimilan o integran en uno de los dos remolinos. Y no nos olvidemos de que los milenaristas son una construcción diseñada por los boomers.
Jesús G. Maestro
Boomers y milenaristas
Hay una generación con la que internet
ha hecho todo tipo de experimentos: los milenaristas.
El eclipse ilustrado. Sobre la ignorancia de los ilustrados y el timo de la Ilustración europea y europeísta
Cuando una presunta persona inteligente sitúa el origen del racionalismo moderno en la Ilustración, nos dice mucho acerca de su formación, pensamiento y originalidad.
Nos dice, ante todo, que carece de pensamiento original y formación propia. Nos dice, ante todo, que no dispone de alterativa a la educación convencionalmente recibida, y que se ha instalado en ella, de forma acrítica e irresponsable, como podría enquistarse en un kitsch cualquiera, en eviterna hibernación.
Nos dice, también, que no es capaz de percibir, identificar, y ni mucho menos de interpretar, el racionalismo esencial de la Edad Moderna, es decir, el racionalismo del Barroco.
Identificar la razón con la Ilustración es pacer en el yermo del esperma infértil del idealismo anglosajón. En particular, de la más estéril de todas las semillas, la del idealismo alemán. Y ―con permiso de Rubén―, nos declara, muy claramente, «no saber a dónde vamos, ni de dónde venimos».
Quien explica el racionalismo de Cervantes a través del racionalismo ilustrado y romántico, no es que haya perdido la razón: es que nunca la ha tenido. Ni sabe lo que es razonar. Quien no se da cuenta de que Quevedo es más racional que Rousseau, no es que le falte un verano: es que le faltan tres siglos decisivos de Edad Moderna, Siglos de Oro incluidos, por supuesto.
Esta es la forma de «pensar» de la casi totalidad de nuestros intelectuales, filósofos, profesores, y de más familia. Un disco rayado que emite y recita, desde hace más de 300 años, el mismo mensaje. La misma tontería. El eclipse ilustrado.
Jesús G. Maestro
El eclipse ilustrado.
Sobre la ignorancia de los ilustrados
y el timo de la Ilustración europea y europeísta
Democracia y globalización
Todos los debates y conflictos políticos actuales remiten a una única cuestión, que nadie se atreve a plantear explícitamente: ¿hay en realidad algún interés en la globalización por mantener la democracia? ¿Para qué quiere un mercado internacional ese conjunto de Estados que sólo molestan en la posesión exclusiva de un monopolio mercantil ajeno a todos ellos? El mercado no quiere división de poderes. El mercado hoy solo quiere su propio poder. Y sólo negocia con su propio poder.
Jesús G. Maestro
¿Se encuentra actualmente la democracia en un laberinto o en un callejón sin salida?
La democracia es una palabra que designa un sistema de gobierno. Nada más, o nada menos. Sólo cuando ese sistema de gobierno se materializa y actúa como tal, es decir, sólo cuando la democracia adquiere un contenido y una realización políticos, sólo entonces podemos decir de qué tipo de democracia hablamos y en qué consiste la ejecución de ese sistema de gobierno denominado «democracia».
Todo sistema de gobierno entre seres humanos, sea democrático o no, es un sistema político. La política es la organización del poder, es decir, la administración de la libertad, en un Estado, entre los miembros de ese Estado y en relación con otros Estados.
En nuestros días, en la mayor parte de Occidente, esta organización del poder político, esta administración de la libertad bajo el Estado, y entre otros Estados, se denomina «democrática». Pero las cosas no son sólo según su nombre, y no son sólo cuestión de lenguaje, filología o lingüística. Las cosas exigen para su conocimiento y uso algo más que palabras. Y la democracia no es solamente una cuestión de palabras. ¿Puede la democracia sobrevivir a la desaparición de los Estados a los largo de este siglo XXI?
En Occidente, la organización del poder político del Estado, que actualmente llamamos así, «democracia», está intervenida por un contenido hoy determinante, que funciona como un auténtico disolvente de la propia democracia. Este contenido se llama posmodernidad, y cuenta, además, con componentes muy específicos y potentes, a los que voy a referirme a continuación, en este libro, Ensayo sobre el fracaso histórico de la democracia en el siglo XXI. Los contenidos de la posmodernidad son los principales disolventes y emulsionantes de los sistemas de gobierno llamados democráticos. Son su cáncer. Dicho de otro modo: los objetivos de la posmodernidad son los principales desvertebradores de los Estados modernos y democráticos, constituidos desde el Renacimiento europeo, desde los siglos XV y XVI.
Esto equivale a afirmar que la permeabilidad y tolerancia que la democracia muestra hacia la posmodernidad desembocan en la descomposición y destrucción de los Estados modernos y democráticos. La democracia, como continente político, se destruye a sí misma, al saturarse de contenidos antidemocráticos.
El proceso es lento, pero seguro e irreversible, porque en nuestros días la democracia, gracias a la posmodernidad, se encuentra en un callejón sin salida, del que sin duda nada ni nadie la sacará ni por donde entró ―pues la Historia no permite desandar lo andado: es irreversible siempre―, ni de forma pacífica ―pues los cambios políticos son violentos, por más que la violencia no sea nunca (como la Justicia) igual para todos―.
Jesús G. Maestro
¿Se encuentra actualmente la democracia
en un laberinto o en un callejón sin salida?