Es mentira afirmar que el comercio necesita la democracia

 



No es el comercio el que necesita la democracia para su supervivencia, puesto que antes y después de cualquier democracia ha habido siempre comercio. Es la democracia la que necesita el Estado, para su supervivencia y para la supervivencia de los demócratas. Sin democracia, hay comercio, pero sin Estado, no hay democracia. 

El futuro está marcado por un mercado sin Estado, es decir, por un comercio sin democracia. Éste es el imperativo nuclear de la nueva globalización.


Jesús G. Maestro


Historia del capitalismo:
orígenes de la globalización comercial del siglo XXI.
Paolo Prodi y su teoría del mercado



El origen de las literaturas nacionales

 




El origen de las literaturas nacionales no hay que buscarlo en la literatura, sino en el Estado. Porque, aunque el origen de las literaturas nacionales es el Estado, el origen de la literatura misma no es el Estado, sino la barbarie, es decir, las sociedades sin Estado, crecidas al calor del mito, la magia, la religión numinosa y las técnicas de expresión más rudimentarias, desde la oralidad a la más silvestre litografía. Y porque el origen de las literaturas no es político, sino literario, es decir, no es histórico, sino genealógico. 

Los Estados, es decir, las sociedades organizadas políticamente, han expropiado a los orígenes de la literatura su naturaleza literaria, para imponer y desplegar sobre ella una intervención política y, con frecuencia, también ideológica. 

Las literaturas nacionales son una construcción política, así como las supuestas literaturas nacionalistas son su más regresiva versión mitológica. La ideología, esa organización emocional de la ignorancia colectiva, es el vertedero de la política, del mismo modo que la mitología suele ser su caja fuerte. 

En este contexto, toda literatura programática o imperativa está indisociablemente comprometida con una determinada idea de Estado, religión o preceptiva artística, y con frecuencia también con un inevitable programa o imperativo político, religioso o estético.


Jesús G. Maestro


Crítica al idealismo literario de Lukács en su escrito Sobre la esencia y forma del ensayo

 





Los filósofos no interpretan la literatura como literatura, sino como un material que les permite ―o no― legalizar el idealismo de su propia filosofía, frente al idealismo de las demás. 

Los filósofos se relacionan con la literatura sólo para convencerse a sí mismos de la ilusoria legitimidad de sus ideales filosóficos, es decir, para engañarse a sí mismos malinterpretando obras literarias. Toda filosofía, por muy materialista que se pretenda, tiende siempre al idealismo. 

Lukács es un filósofo ―a ratos― de la literatura, no un científico de la literatura. Cuando los filósofos se refieren a la literatura, la convierten en un extraño ideal, utópico y adúltero, hecho a la medida de su filosofía. Y en nombre de este ideal, tórpido y patológico, juzgan a la literatura real y verdadera, que es, indudablemente, superior e irreductible a su idealismo filosófico. 

Para ello, es decir, para ejercer este dominio, quimérico y ladino, en el que por cierto creen ciega y firmemente, proponen una literatura programática o imperativa, de modo que la totalidad de la literatura en realidad existente debe convertirse, reducirse y someterse a este programa o imperativo, naturalmente filosófico, político o religioso. Esto es Lukács. Al igual que todos los filósofos que lo han precedido o seguido en el curso de la Historia. 

Sin embargo, la literatura no es nada esto. Ni puede serlo. La literatura tiene vida propia. Una vida y una realidad que no caben en los términos de ninguna filosofía. Porque, como sugería un Hamlet más atento a la tradición literaria hispanogrecolatina que a la cultura anglosajona contemporánea al propio Shakespeare, hay en la realidad del mundo más cosas de aquellas con las que sueña ―y puede soñar― tu filosofía.


Jesús G. Maestro



Avance de conferencia



Amigos y enemigos del comercio

 



Si la democracia cuenta hoy con el apoyo de los amigos del comercio, no es porque el gran capital sea demócrata, sino porque la democracia les ofrece más consumidores que otro sistema político. Por el momento. 

Es una cuestión de cantidad. El día en que un totalitarismo les ofrezca más consumidores que la democracia, los amigos del comercio apoyarán a ese ―o a cualquier otro― totalitarismo. No es una cuestión de principios, sino de consecuencias. El mercado quiere consumidores, no demócratas. Y la consecuencia es el dinero, no la democracia, ni mucho menos los principios. 

Hoy, la mayoría de los consumidores quieren ser demócratas. Bien. A los amigos del comercio les parece bien. 

Cuando la mayoría de los consumidores se identifiquen con un totalitarismo, y sean mayoritariamente partidarios de un régimen totalitario, a los amigos del comercio les parecerá igual de bien. 

Los amigos del comercio no tienen prejuicios, a diferencia de la gente que los odia o los detesta, a la vez que los persigue y alimenta. Los amigos del comercio no tienen prejuicios ni ideología: tienen dinero. La ideología, como los prejuicios, se diseñan para ti. Para tu dieta y tu consumo habituales. Y para que te comportes como es debido, jugando a cambiar el mundo y todas esas cosillas.

Además de tener dinero, los amigos del comercio acostumbran a razonar mucho más y mejor que tú. Disponen de un racionalismo que con excesiva y arriesgada frecuencia sus enemigos ignoran.

La mayoría siempre gana. La razón viene, vuelve y se transforma después, una y otra vez, y se adapta, fácilmente, a lo que haga falta. Para eso están la prensa y la publicidad, el Derecho, las leyes, la filosofía, la religión y la política. La ciencia está mejor entre bastidores, circulando como un secreto más o menos bien guardado. La literatura... La literatura es mejor que se llame «escritura creativa», y que sea, como en los Estados Unidos de hoy, uno de esos ―naturalmente comerciales― géneros de autoayuda y autoengaño. Y todos contentos, es decir, felices. Es mejor que el Quijote siga siendo un libro incomprensible para los idealistas.

Los amigos del comercio no son idealistas. Idealista es el que ignora cómo funciona la realidad. 


Jesús G. Maestro



Amigos y enemigos del comercio
ante el fracaso de la democracia en el siglo XXI



Cuando Pérez Reverte dice que nos equivocamos de Dios...

 




Cuando Pérez Reverte dice que nos equivocamos de Dios, ¿habla del imperio español o del imperio romano? Porque desde Edward Gibbon, fueron precisamente los ilustrados ―a quienes Pérez admira consuetudinariamente― los que afirmaron que quienes se equivocaron de Dios fueron los romanos, al renunciar a sus propios valores y a su politeísmo mitológico en favor de la teocracia de Pablo de Tarso. 

Y no hará falta añadir que el Dios de Lutero muere en brazos de Nietzsche, en el fragmento 125 de La gaya ciencia, en una fecha tan tardía como 1882. Faltaban sólo dos años para la publicación de La Regenta de «Clarín». 

Si Nietzsche hubiera leído a Cervantes ―¿he de citar aquí también a Pérez?― con la debida atención, se habría percatado de que ya en el Quijote, las Novelas ejemplares y, sobre todo en La Numancia, la literatura cervantina es una literatura deicida. 

Mucho antes que Nietzsche, Cervantes ha reemplazado en su literatura la razón teológica por la razón antropológica. 

En el Siglo de Oro español hay más racionalismo y crítica ―y dialéctica― que en toda la Ilustración anglosajona y afrancesada juntas. 


Jesús G. Maestro


Pérez Reverte, tu punto débil y el mito de los niños lectores



¿Escritura creativa o literatura?




Háganse un favor, sobre todo si les gusta la autoayuda: cuando hablen de escritura creativa, créanse literatos, siéntanse poetas, considérense novelistas, repútense dramaturgos..., pero sepan que no lo son, so pena de autoengaño y narcisismo intensos. Porque «hacer» o «perpetrar» (no hay otros verbos) escritura creativa, creyendo escribir literatura, es como beber leche en polvo en lugar de leche de vaca, consumir carne sintética en vez de solomillo o respirar aire acondicionado en lugar de brisa marina o aire de monte limpios. La originalidad no consiste en desarrollar una patología, sino en saber evitarla. 


Jesús G. Maestro, Crítica de la razón literaria, 2022.



Ansiedad de idealismo científico

 


 

El idealismo científico no es posible sin la intervención fanática y extrema de las ideologías. Es un fenómeno que se manifiesta en la Historia de forma periódica, y deja como consecuencia una resaca de frustración, impotencia y resentimiento, cuya venganza, contras las ciencias, asumen inmediatamente la religión, la filosofía y la autoayuda ideológica más irascible. La ansiedad que provocó el positivismo decimonónico se saldó con el éxito de Nietzsche, Freud y Heidegger, entre otros gurús y hechiceros del más allá que profetizaban ―apocalípticos― en el más acá.

Cuanto más débil es psicológicamente el ser humano, más vulnerable es a caer en la red que tejen para él las religiones, las filosofías y las ideologías. Las personas fuertes no son susceptibles del mismo modo a estas formas retóricas de dominio y sumisión. En realidad, no suelen serlo apenas de ningún modo: las ignoran y desprecian. La religión condena a quien no la profesa, la filosofía minusvalora a quien no la aprecia y las ideologías declaran la guerra a quien no las secunda. Unas ofrecen salvación eterna, otras prometen una forma de vida superior y engreída, y las últimas aseguran derechos gremiales a quienes se unen a ellas. Son modos de incurrir en megalomanías, narcisismos y gregarismos. Son los tres géneros históricos del autoengaño colectivo: religión, filosofía e ideologías. Placebos de fortaleza exterior y gregaria que disimulan una superlativa debilidad psicológica individual e íntimamente inconfesable.

Algunas personas consideran, no sin razones, que hay algo peor que un Estado totalitario, y piensan en la República de Platón, en la Ciudad de Dios de Agustín de Hipona o en la utopía socialista de Carlos Marx. No nos olvidemos, tampoco, de la globalización trazada hoy por los «amigos del comercio». Todas ellas son las diferentes máscaras del mismo totalitarismo, en el que una y otra vez religiones, filosofías e ideologías se dan la mano de forma latebrosa y permanente.

Hoy las ideologías exigen a las ciencias ir contra natura. El comercio ha encontrado aquí un importante mercado. A diferencia de lo ocurrido en el siglo XIX, hoy el imperativo no es ir más allá de lo posible, sino en contra de lo necesario. Ésta es la preceptiva posmoderna: hacer creer que es factible científicamente invertir sin consecuencias el curso de la naturaleza. Foucault, lejos de resolver el problema, lo legitimó en una de sus formulaciones más fanáticas: el narcisismo de un ego sexualmente idealista y absoluto, con propio derecho a todo, incluido el derecho a alterar, en su individualista y exclusivo beneficio, el curso natural de la naturaleza, ignorando fabulosamente todas las consecuencias reales.

El ser humano es un diseño de la naturaleza, no un diseño de la ciencia. La interacción entre ciencia y naturaleza no puede llevarse gratuitamente a extremos que desemboquen en la destrucción de uno de ambos polos. La ingeniería de la naturaleza dispone que los seres humanos se complementen mutuamente en su anatomía, psicología y fisiología. Nótese que religiones, filosofías e ideologías siempre han nacido y crecido con la obsesión patológica de intervenir en las relaciones sexuales humanas de un modo obstinado e insaciable.

No hay religión, ni filosofía, ni ideología, que no haya tratado de pontificar cómo deben ser, imperativamente, las relaciones ―por supuesto sexuales― entre los seres humanos. Y lo han hecho siempre para dañarlo todo, es decir, para estropear y adulterar ―con sus creencias, ideas y prejuicios― la unidad que, al fin y al cabo, el macho y la hembra naturales y biológicos protagonizan en su desarrollo vital. Esta unidad que el macho y la hembra buscan, de forma natural, y por instinto humano esencial, es lo que hace posible la vida en la Tierra.

Una de las formas más sofisticadamente astutas y recurrentes de destruir la vida en la Tierra es intervenir en las relaciones sexuales de las especies ―sobre todo la especie humana― para dañarlas, estropearlas y malograrlas. Siempre en nombre de una religión, una filosofía o una ideología. Es difícil exterminar la vida, porque la biología se abre paso sobre todas las cosas, y, por supuesto, sobre los venenos de la religión, la filosofía y las ideologías, las cuales, hay que constatarlo, se transforman históricamente, una y otra vez, para seguir hastiando a todos y cada uno de nosotros,  es decir ―dicho en crudo― jodiendo a todo dios.

 

Ansiedad de idealismo científico:
intervención fanática y extrema de religión, filosofía e ideología



Quevedo no es precedente del existencialismo, es el existencialismo mismo

 



Una de las notas más poderosas de la literatura de Quevedo no es ser precedente del existencialismo, sino ser existencialismo mismo.

Quevedo, y no Schopenhauer, Kierkegaard, Nietzsche, Heidegger o Sartre, es el artífice del existencialismo, a partir de una transformación específicamente hispana de senequismo y cristianismo. Considerar que el centro de gravedad del existencialismo está en Schopenhauer, Kierkegaard, Nietzsche, Heidegger o Sartre, es ignorar que estos escritores o filósofos —o sofistas—, o como se les quiera llamar, no son sino existencialistas extemporáneos. Y excéntricos.

La Edad Contemporánea, de la mano del pensamiento anglosajón e idealista alemán, busca de forma errática, e incluso mística, respuestas a preguntas que ya tenían explicación y solución muy racional en los Siglos de Oro españoles. Si Schopenhauer, Kierkegaard, Nietzsche, Heidegger o Sartre, y otros tantos sofistas contemporáneos, se hicieron estas preguntas de nuevo, con más de 200 y 300 años de retraso, se debe sobre todo a su ignorancia absoluta del Barroco español y del pensamiento literario y aurisecular de aquellos siglos.

La ignorancia brutal del pensamiento siglodeoresco es una factura que ha pagado muy cara la Anglosfera, y que el mundo contemporáneo y posmoderno sigue lastrando crudamente, porque sigue invisibilizando, hoy más que ayer, ese arsenal de pensamiento y de racionalismo barroco español.

Buscar la originalidad del existencialismo en el Dasein de Heidegger —o en su patética y pueril idea de tiempo— es declarar la más absoluta ignorancia respecto a la obra literaria de Francisco de Quevedo. La culpa no la tiene Heidegger: la culpa la tiene la acomodaticia y académica ignorancia de los intérpretes de este filósofo nazi.

Lo mismo cabe decir del resto de los filósofos antemencionados, en particular del enfermizo Kierkegaard, un hombre que «piensa» en la realidad a partir de la supresión de la realidad, es decir, como poseso de un trastorno esquizotípico de personalidad, donde cualquier pensamiento mágico campea por sus respetos.

Es admirable cómo se puede interpretar la realidad de espaldas a la realidad. He aquí el secreto del idealismo alemán. Y no ser consciente de ello. Y aún atreverse a celebrarlo con el epifonema del sapere aude! (En latín, además, en el original kantiano de 1784, ¿Qué es la Ilustración?). ¿Qué entendimiento propio cabe usar cuando se ha perdido de vista la realidad? La filosofía contemporánea busca, de forma extraviada y equivocada, respuestas que ya están dadas en el pensamiento clásico de la tradición literaria hispanogrecolatina. Y no lo sabe.


Jesús G. Maestro


Poesía, teatro y otras novelas (la Galatea y el Persiles)

 


Todo Cervantes
(vol. 3)

Una interpretación de la obra literaria completa
de Miguel de Cervantes


Poesía, teatro y otras novelas
(la Galatea y el Persiles)


En este libro es el tercero y último de una trilogía cervantina, que responde a un denominador común: Todo Cervantes: una interpretación de la obra literaria completa de Miguel de Cervantes.

Se trata de ofrecer al lector interesado, en una colección de tres volúmenes, una interpretación integral de la totalidad de la obra literaria cervantina.

El primero de estos volúmenes se titula Anatomía del Quijote, y en él se examina monográficamente la novela más importante de la literatura universal, desde una perspectiva actual y compatible con el lector del siglo XXI.

El segundo volumen está dedicado a las doce Novelas ejemplares, bajo el título de Una lectura de las Novelas ejemplares de Cervantes desde la Crítica de la razón literaria

El tercero y último de los tomos, que el lector tiene ahora ante sí, se refiere al resto de la obra literaria del autor del Quijote, es decir, a su teatro, a su poesía y las dos novelas restantes: La Galatea y El Persiles.

No es posible sintetizar el pensamiento literario de Cervantes en una sola frase, pero, con todo, sabemos que en el Quijote, y en la integridad de su obra literaria, está el genoma de la literatura universal. Aquí ofrecemos las claves de su interpretación actual, orientadas sobre todo al lector de nuestro inquietante y crítico siglo XXI.



Jennifer Rivera Londoño: «La Crítica de la razón literaria es uno de los avances más significativos que hemos tenido en las últimas décadas en el campo de la teoría literaria»

 


Jennifer Rivera Londoño

Profesora de literatura
Universidad de Caldas, Colombia

Manizales, 11 de agosto de 2024



1. ¿Qué supuso para Vd. una obra como la Crítica de la razón literaria?

Crítica de la razón literaria ha significado para mí encontrar una aproximación integral y contundente para entender y explicar la literatura. Es un bastión de racionalismo frente a la tendencia a hablar de una obra sin mencionarla.

  

2. ¿Cuál es, a su juicio, la principal originalidad de una obra como ésta?

Considero que esta obra sale del molde de lo que se ha establecido en términos de teoría literaria en los últimos años, en tanto concibe la literatura de manera holística y compleja, lo que lleva a un estudio racional y profundo de las obras literarias, en el que se analizan todos los aspectos que entran en juego en la configuración de la literatura.

 

3. ¿Qué parte, o partes, de esta obra, considera más valiosas, útiles o necesarias? ¿Qué fragmento, tema o capítulo, recuerda con más interés y frecuencia?

En el tomo I de la obra resalto el primer apartado: «Razón teórica: la Crítica de la razón literaria como Teoría de la Literatura», pues es la puerta de entrada para comprender por qué esta aproximación es necesaria. Asimismo, los apartados 2 (definición de literatura), 4 (los materiales literarios) y 6 (el concepto de ficciónliteraria). En el tomo II creo que todo es sumamente útil, dado que se trata de una aplicación concreta de los conceptos planteados, pero resalto en particular el apartado 4, sobre la literatura sofisticada o reconstructivista. Del tomo III me parecen esenciales los apartados 3 (dialéctica de teorías literarias), 4 (dialéctica de interpretaciones científicas) y 6 (los géneros literarios en el Quijote).

 

4. A su juicio, ¿supone la Crítica de la razón literaria un desarrollo de las metodologías actuales en el campo de la literatura? ¿La considera más original que otras teorías literarias o corrientes de interpretación actuales? ¿Por qué?

La Crítica de la razón literaria es uno de los avances más significativos que hemos tenido en las últimas décadas en el campo de la teoría literaria, pues esta obra se preocupa por establecer un marco conceptual amplio y profundamente desarrollado, en el que se analice la literatura en todos sus aspectos, en lugar de centrarse en un solo elemento y volver el estudio literario un campo reduccionista.

 

5. ¿Considera que la Crítica de la razón literaria ha sido o es objeto de debates serios, profesionales y académicos? En caso afirmativo, ¿qué juicio le merecen tales debates?

En el contexto en el que me muevo, Colombia, hay pocas personas que se preocupen por mantenerse actualizadas en lo que a la teoría literaria se refiere, por lo que no he podido participar de debates en torno a esta obra de forma directa.

 

6. A su juicio, ¿la Crítica de la razón literaria abre nuevas vías para ampliar el campo de investigación sobre la literatura u otras materias afines (lenguaje, filosofía, lingüística, historia literaria…?

Creo que la Crítica de la razón literaria permite que los estudios en literatura se enriquezcan y trasciendan, en tanto abre la posibilidad de hacer un análisis en el que se integren distintos campos del saber para una comprensión racional y detallada de la literatura.

 

7. ¿Cree que una obra como la Crítica de la razón literaria puede o debe utilizarse en las Universidades, y otras instituciones dedicadas a la enseñanza, como método de interpretación de la literatura?

En mi caso, así lo hago. La Crítica de la razón literaria es la base que propongo a mis estudiantes del grado en Filosofía para aprender a entender la literatura y, en especial, para que logren alcanzar un desarrollo crítico que les posibilite ser luego quienes enseñen literatura.

 

8. ¿A su juicio, es la Crítica de la razón literaria una alternativa competente para desmitificar los mitos de la posmodernidad académica contemporánea, introducida en España e Hispanoamérica desde la cultura anglosajona, afrancesada y europeísta?

Creo que esta obra sirve para demostrar que un verdadero análisis crítico no puede jamás estar definido de antemano por las concepciones ideológicas del crítico, sino que debe partir de la obra como una realidad material que ha de ser interpretada. En este sentido, para mi Trabajo Final de Máster, yo misma tomé como base una novela que suele ser estudiada desde una visión reduccionista e ideológica, para demostrar que, mediante los preceptos desarrollados en Crítica de la razón literaria, esta obra tiene una composición compleja que supera las visiones que se le han impuesto.

 

9. ¿Qué futuro, influencias o repercusiones, cree que puede tener una obra como la Crítica de la razón literaria?

Espero que esta obra sea la piedra sobre la que se fundamente una transformación en los estudios literarios, la cual conlleve a una nueva valoración de la literatura como campo de estudio.

 

10. ¿Recomendaría la lectura de esta obra? ¿A quién y por qué?

La he recomendado durante dos años a todos mis estudiantes de la universidad, pues considero que esta obra es el fundamento ideal para que ellos aprendan a entender profundamente la literatura, en lugar de quedarse en las interpretaciones sensibles de ella.

 

 

Jennifer Rivera Londoño

Profesora de literatura
Universidad de Caldas, Colombia

Manizales, 11 de agosto de 2024






Hablan los lectores
de la Crítica de la razón literaria