Crítica a unas desafortunadas declaraciones
de un académico de la lengua sobre saber leer y escribir
No es cierto. Bien predica quien bien vive, y predica desde la solemnidad de lo obvio. Es un titular bonito, engreído e idealista. Desde siempre gentes que no saben leer y escribir han llegado lejos en la vida. Son ministros, empresarios y gobernadores, correctores de estilo y compositores de obras musicales. Algunos figuran como autores de bestsellers. Y periodistas.
La virtud ha sido siempre la farsa de los pecadores y el simulacro de los idealistas. La realidad de la vida premia más a la ignorancia y a la necedad que al conocimiento y a la inteligencia. Y titulares así contribuyen a preservar este engaño. ¿Saben Vds. cuántos alumnos que no saben leer ni escribir correctamente obtienen calificación de sobresaliente en sus trabajos de fin de grado? Pues mejor no lo sepan.
La democracia posmoderna es el triunfo del fracaso. Si precisamente la democracia tiene tanto valor, es porque ofrece innumerables posibilidades de éxito a quienes, en condiciones adversas o deficientes, fracasarían rotundamente. Hoy, un ignorante que no sepa leer ni escribir, ni mínimamente, puede tener millones de seguidores en redes sociales que le permitan vivir exhibiendo lo que quiera o siendo «creador de contenido». Y ganar mucho más que cualquier Letrado.
Vivimos en un mundo en el que el éxito y el fracaso no tienen nada que ver con saber leer o escribir. Vivir en Babia, con el traje de los domingos puesto, lleva a hacer declaraciones así. De risa. Tan ridículo como decir aquello de que «mis noches están llenas de Virgilio». Pues qué noches tan infelices, Jorge Luis.
Si el que hace el ridículo fuera consciente de ello, dejaría de hacerlo.
Jesús G. Maestro