Prólogo de Jesús G. Maestro a la segunda parte del libro
de Miguel de Cervantes, titulado
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha,
en la versión manuscrita del IES «Las Canteras»,
de Collado Villalba, Madrid.
Hace apenas unos días una gavilla de
intelectuales o filósofos, que no sé muy bien cuál es hoy la diferencia entre
unas y otras gentes, preguntáronme con astucia propia de sus gremios cuál era a
mi entender la mejor novela del siglo XXI. Díjeles, sin dudarlo, que era el Quijote,
de Cervantes.
Como me miraran con ojos de alinde, pensando
sin duda que, o bien había yo oído muy mal, o bien había perdido el juicio
rematadamente, habló un incauto chuleta y dijo:
―Quizá sabe Vd. ―o debiera saber― que el Quijote
de ese Cervantes es de hace muchos años, o muchos siglos, y no de este presente
XXI, por el cual le preguntamos. ¿O acaso Vd. no lee a sus contemporáneos y se
ha quedado extraviado en aquellos tiempos oscuros?
―Sí sé y sí leo. Y por eso sé decir que el Quijote
de Cervantes se publicó en dos partes, la primera en 1605 y la segunda en 1615,
y entre medias, en 1614, publicóse bastardamente el Quijote apócrifo
firmado por un tal de Avellaneda. Y sí leo a mis contemporáneos, es decir, a
Vds. y a sus amigos de Vds., y por eso digo y confirmo que el Quijote de
Cervantes es la novela mejor, por actual y valiosa, para leer en este siglo
XXI.
Miráronme de arriba a abajo, con arrogancia
frustrada y complejo de superioridad peor gestionado. Y como el que habló se
quedara sin más palabras, avergonzado de impotencia dio media vuelta y fuese. Y
rezongando como gozques siguiéronle los demás.
Fue testigo de aquellos instantes un
periodista, que, sabiendo guardar secreto profesional, como todos los
periodistas sabios en su oficio ―los cuales ocultan lo que saben y publican lo
que deben―, díjome sin contenerse:
―Debe Vd. publicar un ensayo sobre el Quijote,
diciendo todo lo que aquí ha callado sobre la actualidad de este libro en
nuestro enfermo y trastornado siglo XXI, y enviarlo a un premio, y ganar ha ese
certamen, sin duda por la alta originalidad de sus extrañas y valiosas ideas.
Miré a aquel joven, sin suponer yo en modo
alguno que fuera periodista, dada su discreción y buen decir. Y díjele en voz
baja y tranquila:
―Bien podré escribir un ensayo, y hasta un
libro, sobre el libro de los libros, que no es la Biblia, sagrada escritura,
sino el Quijote de Cervantes, escritura de ficción, libertad y realidad.
Pero créame, inesperado y buen amigo, que ningún jurado de ningún premio ha de
reconocerme ―y aún menos concederme― galardón alguno, ni por mis palabras,
siempre ácidas, ni por mis ideas, incompatibles con las correcciones de los
políticos, grandes enemigos de las ciencias, de la literatura y también de la
libertad.
―Yerra Vd. en cuanto dice ―respondióme―,
pues no valora el contenido de sus palabras ni el alcance de sus ideas.
―Joven amigo ―le dije con franqueza―: ¿no
sabe Vd. que los premios son siempre una prolongación de la política y todos
ellos de antemano tienen novio, marido y hasta viudo en sus posibles desiertos?
Yo no encajo con nadie. Y menos con jurados que dan premios.
―Te equivocas ―espetó, pasándose
inconscientemente por su parte a un tuteo imprevisto. Tú encajas, y mucho.
―¿Yo? ¿Con quién encajo yo?
―Con la gente.
Y con estas me dio la espalda y huyó, sin
decir más palabra.
Cómo han de ser las cosas en el futuro bien lo
ha de saber Fortuna, la diosa más inquieta e inquietante de las diosas, que yo
no lo sé, porque no soy chamán ni adivino, ni arúspice ni gurú, pero sí diome
qué pensar el cativo, pues... no en vano algunos hechos apuntaban en la
dirección que el mozo, joven profesional de su oficio, por lo que supe después,
había dicho con insolente franqueza y naturalidad.
Una prueba de que ―al menos en ocasiones―
quien suscribe encaja con la gente es la invitación que amable y generosamente
me han hecho llegar alumnos y profesores del Instituto de Enseñanza Secundaria
de Collado Villalba, Las Canteras, al invitarme a escribir a mano este prólogo
a la segunda parte de El Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de
Miguel de Cervantes. De cuantos encargos y propuestas que me han hecho en la
vida, es este sin duda de los más nobles y valiosamente electos. Quede
constancia, pues, de mi agradecimiento.
Nada más valioso que prologar un manuscrito
de la obra magna de la literatura universal, el Quijote de Cervantes,
trasladado a mano a pliegos del siglo XXI por un conjunto de alumnos,
profesores y padres. Sea ejemplo que sigan otros centros de enseñanza y otras
promociones de estudiantes, docentes y familias.
Todos los españoles comunes y corrientes,
aquellos que no procedemos ni formamos parte de las élites, somos un Cervantes
que no ha escrito el Quijote, pero que tenemos la satisfacción de leerlo
y reescribirlo, por boca y lengua de su autor primero y único.
Porque en el Quijote está,
escrito en español, el genoma de la literatura universal.

