Sin duda el principal enemigo de la Teoría de la Literatura es su propia denominación, o nomenclatura titular —Teoría de la Literatura—, una expresión que es puro teoreticismo, es decir, un término propuesto por quienes hicieron de la construcción e interpretación de la literatura un acto de pensamiento en lugar de un acto efectivo de construcción y de interpretación operatoria de materiales literarios.
El término correcto debería ser Poética, que apela esencialmente al acto de hacer o construir, de forma racional y crítica, tanto una obra literaria como una interpretación de la obra literaria.
El término Poética es de origen helénico, elaboración aristotélica y tradición hispanogrecolatina, y remite siempre a una crítica del racionalismo literario.
El término Teoría de la Literatura, por el contrario, es de naturaleza académica e institucional, pero en absoluto gnoseológica.
Lo utilizamos como término franco y convencional, por imposición académica y por inercia disciplinaria, pese a que en rigor resulta completamente inaceptable y esencialmente incompatible con los fundamentos y exigencias metodológicas de la Crítica de la razón literaria.