Esta obra, Crítica de la razón literaria, se escribe y publica en una época en la que se ultima la destrucción —sistemática e irreversible— del conocimiento históricamente institucionalizado en las Universidades y en las estructuras institucionales del Estado contemporáneo.
Es muy cierto que el conocimiento históricamente organizado y administrado desde las Universidades fue siempre muy discutible, pero era, hasta hoy al menos, el medio del que disponían los seres humanos para educarse científicamente más allá de su adolescencia. En nuestros días ya no es posible: la Universidad no es en estos momentos una institución científica, sino ideológica, degenerada y corrupta. Por razones que se explican en diferentes capítulos de esta obra[1], la Universidad ha reemplazado la Ciencia por la Ideología, y se ha inhabilitado a sí misma, especialmente en todo lo relacionado con las tradicionales «ciencias humanas», para el ejercicio del conocimiento y la investigación. Ciencia y docencia no tienen ya cabida ni sentido en los modelos actuales de Universidad, una institución cuyo fin de hecho es el entretenimiento y la disimulación del fracaso de una sociedad política que todavía hace posible su existencia —necrótica— como presuntos centros educativos o investigadores.
¿Durante cuánto tiempo podrá sostenerse esta farsa? Lo ignoro. Imagino que mientras se disponga de dinero para subvencionar su puesta en escena. Ahora bien, ¿cómo puede sobrevivir la educación científica en un mundo gobernado por la ideología, incluso en sus instituciones académicas y universitarias? ¿Cómo contribuir al desarrollo efectivo del conocimiento, si las instituciones que deben ampararlo y desarrollarlo, como es el caso de la Universidad, renuncian a él de forma explícita?
NOTA
[1] Vid. especialmente los capítulos I, 5.1 y III, 5.3, dedicados respectivamente a la constitución de las Ciencias contemporáneas y al estado actual de la Universidad.