Quizás en un futuro, no demasiado lejano, la literatura cuya interpretación no permita la confirmación de un dogma no tendrá cabida en algunas de nuestras universidades.
No es la primera vez que esto sucede, pero sí sería la primera vez que algo así tiene lugar en nombre de la libertad, y dentro del seno académico de las denominadas sociedades abiertas y democráticas.
Los dogmas han existido desde siempre, amparados en discursos conservadores tradicionalmente, y a los que en determinados momentos históricos se enfrentaba un lenguaje o una doctrina liberal capaz de refutación y contraste.
Sin embargo, el mundo académico contemporáneo parece estar atravesando una etapa en la que este contraste entre el discurso liberal y el conservador no se aprecia excesivamente. No se perciben diferencias nítidas.
Personalidades de pensamiento liberal son capaces de formular interpretaciones extraordinariamente dogmáticas sobre obras y textos literarios.
Varias teorías de la literatura y de la cultura que deben precisamente su nacimiento a la libertad de la modernidad utilizan la obra de arte literaria como base y como pretexto de interpretaciones con frecuencia dogmáticas e indiscutibles.