Anatomía del Quijote

       

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Crítica de la razón literaria

Vol. 15 · Parte V · Tomo 2.



Crítica de la razón literaria



Anatomía del Quijote es el título de uno de los itinerarios de lectura fundamentales de la Crítica de la razón literaria

Se analiza aquí la obra más importante de la literatura universal, el Quijote de Cervantes, a través de 9 cuestiones clave: 1) el narrador del Quijote, al que consideramos un cínico y un fingidor; 2) la gramática del Quijote, que nos cita con una serie selecta de personajes, funciones, tiempos y espacios determinantes de la novela; 3) la parodia contra el idealismo, al que consideramos una filosofía incompatible con la realidad; 4) los géneros literarios del Quijote; 5) la transformación específica de cada uno de los géneros literarios del Quijote; 6) la falsa locura del protagonista; 7) la figura de don Quijote como prototipo literario de proyección universal, y en particular de la puga de Cervantes contra Avellaneda; 8) las ideas del autor sobre política y religión, tal como se plasman en el Quijote; y 9) las formas de la materia cómica objetivadas en la novela, que son, sin duda, las más valiosas de la literatura de todos los tiempos. 

En esta obra de Cervantes está, escrito en español, el genoma de la literatura universal. 

Hay además dos tesis fundamentales, sin las cuales Cervantes resulta incomprensible. 

En primer lugar, está el hecho de que el Quijote es un libro escrito contra los idealistas, y en absoluto a su favor, bien al contrario de lo que éstos han querido entender. Es un libro para desengañarse, no para ilusionarse. El idealismo alemán no supo comprender en absoluto esta obra. 

En segundo lugar, Cervantes es insoluble en agua bendita: es un precursor del racionalismo y del ateísmo contemporáneos.

Cervantes es el escritor más contemporáneo de la Historia de la literatura universal. No sólo porque su obra contiene el genoma de la literatura, sino porque en ella se descifran los códigos esenciales de la libertad humana.

Hay algo importante que con frecuencia ignoran filólogos y filósofos: el mundo no se interpreta interpretando sólo palabras. La literatura, tampoco. Los enemigos del placer no pueden comprender qué es la literatura. Los enemigos de la inteligencia, aún menos.

La literatura no es una hipertrofia de la fantasía, sino una exigencia de realidad, y de la realidad. Si algo nos enseña la literatura de Cervantes es precisamente la importancia que el racionalismo literario posee ante el desafío y la exigencia que supone la interpretación de la realidad. La lucha contra el idealismo que nos hace incompatibles con la realidad es la gran aportación del Quijote.

Del mismo modo, la ciencia literaria, es decir, la Teoría de la Literatura, es lo único que nos permite analizar metodológicamente, desde exigencias que superen los umbrales de lo sensible y fenomenológico, y por supuesto también de lo ideológico, los materiales literarios.

La ciencia es lo único que, verdaderamente, hace prosperar la vida humana. Ni la religión, ni la política, ni la filosofía han alcanzado nunca los progresos de las ciencias. Con frecuencia, ni siquiera los han permitido en numerosas ocasiones históricas. Religión, política y filosofía han sido muchas veces obstáculos en el desarrollo de las ciencias. Históricamente y también actualmente.

Lo hemos dicho muchas veces: si la libertad es lo que los demás nos dejan hacer, la literatura es aquella construcción humana que, a lo largo de la Historia, ni la religión ni la política han podido evitar ni censurar. A veces, con la alianza y ayuda de la filosofía. No olvidemos que la República de Platón pretende nada menos que el exterminio de la literatura en el seno del Estado. La ansiedad por destruir la literatura es algo que une y fascina a sacerdotes, políticos y filósofos. 

Ante la imposibilidad de destruirla aspiran a censurarla. Y si en la censura fracasan, siempre queda una alternativa: hacerla incomprensible, tornarla ininteligible, disolverla en lo sensible, enajenarla de la razón. Platón puso mucho empeño en esta última obsesión: decretar el irracionalismo sustancial de todo lo poético. Como si su propia filosofía, idealista y aberrante, utópica y totalitaria, dogmática y patibularia, fuera más racional y compatible con la realidad. Hay más patologías en las ideas políticas de Platón que en la lírica de cualquier poeta.

En este itinerario de lectura de la Crítica de la razón literaria hemos tratado de dar cuenta de las razones por las cuales Cervantes es ese genio contemporáneo de la literatura universal, cuyas claves están escritas en español. 

Ningún otro escritor ha podido alcanzarlo, ni puede compararse con él. Los intentos del imperialismo inglés por hacer de Shakespeare una hendíadis con Cervantes son ridículos. Pero ésta es una cuestión que exige un nuevo itinerario.



Dialécticas de la literatura: Ideas, conceptos, teorías, ciencias e ideologías

       

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Crítica de la razón literaria

Vol. 14 · Parte V · Tomo 1.



Ideas, conceptos, teorías, ciencias e ideologías



La Este libro es un alegato contra la teoría literaria posmoderna, de hechura anglosajona y vacua, y actualmente implantada y asumida de modo tan acrítico como poco o nada inteligente en todas las Universidades del mundo, incluidas, por sorprendente que parezca, las de la República Popular China. 

Esta obra expone una visión dialéctica de la literatura, es decir, una interpretación que pone de manifiesto las incoherencias, deficiencias y deturpaciones de las supuestas teorías literarias que ―posmodernamente― se nos obliga a soportar en nombre de una idea falsa de literatura y un criterio aún más fraudulento de análisis literario.

Las «teorías literarias» posmodernas ni son teorías ni se refieren a la literatura. Son ideologías y galimatías que reducen ―hasta disolverla― la realidad de la literatura en una idea indefinida y confusa de cultura. Son el mito revivido del «nuevo traje del emperador», timo del que todos deberíamos estar sobradamente advertidos a estas alturas de la Historia. Pero el prejuicio resulta más rentable explotarlo que combatirlo. Y la Universidad, que debiera enfrentarse al prejuicio, hoy lo exalta, administra y promueve. En la Universidad del siglo XXI, la ideología está por encima de la ciencia.

Como ideologías que son, las «teorías literarias» posmodernas constituyen una poderosa organización emocional de la ignorancia colectiva, un tercer mundo semántico que crece y se parasita más y más cada día en las instituciones universitarias y académicas. Nótese que la literatura desaparece a medida que se desarrollan estas supuestas «teorías literarias» posmodernas.

Frente a toda esta descomposición y deconstrucción de la interpretación literaria, el lector interesado encontrará en este libro, que constituye el volumen 14 de la Crítica de la razón literaria, una explicación de la literatura como construcción humana, racional y libre, como realidad verbal, poética y ficticia, y concepto pragmático, histórico y político. 

Se somete a revisión la idea de «intelectual» como crítico del poder, pues en realidad es todo lo contrario: siempre ha sido un colaboracionista del poder ―de cualquier forma de poder―, de Erasmo a Steiner, pasando por Ortega, Foucault, Harold Bloom o Hillis Miller, entre tantos otros innombrables del siglo XXI. El éxito o fracaso de un intelectual es sólo el éxito o fracaso del poder al que presta sus servicios.

Si permites que te eduquen para obedecer, no leas este libro, ni te acerques a la Crítica de la razón literaria: lee a los de siempre, y quédate como estás.



La literatura sofisticada o reconstructivista: Ejemplos e interpretaciones

      

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Crítica de la razón literaria

Vol. 13 · Parte IV · Tomo 4.



Crítica de la razón literaria



La literatura sofisticada o reconstructivista se caracteriza por potenciar cuatro características humanas absolutamente decisivas en la imaginación personal y social: la psicología en todas sus dimensiones, el animismo de seres inertes ―así como también de animales y entidades naturales y metafísicas―, la visión sobrenatural de todas las cosas y la reconstrucción o elaboración sofisticadamente racional de referentes irracionales. Digamos que la literatura sofisticada o reconstructivista es una literatura de un irracionalismo cuyo diseño ―cuya ingeniosa ingeniería― es minuciosa y cuidadosamente racional. Es una literatura especialmente seductora. Y tramposa.

Psicología, animismo, sobrenaturalismo y sofisticada reconstrucción  de apariencias irracionales son los elementos constitutivos de esta genealogía literaria, propia de sociedades humanas singularmente astutas y seductoras, capaces de sortear agudas e inquisitivas formas de censura y represión. Es una literatura que oculta y disimula su intención crítica e incisiva, y que puede acoger lo irracional como un hecho completamente natural y ordinario, pero siempre con desenlaces y objetivos latebrosos.

Es la literatura de Cervantes en El coloquio de los perros, de El asno de oro de Apuleyo, de los Sueños de Quevedo y del culteranismo gongorino... Es la literatura que los románticos descubrieron leyendo ―sin confesarlo― el Barroco hispano, para recitarlo de nuevo en términos propios de un Kitsch fantástico y maravilloso, para adolescentes lectores de Edgar Allan Poe. Es el arte de las Vanguardias hispanas, el Creacionismo de Huidobro, y también la poesía de Rilke y el surrealismo de Aleixandre, los versos de Lorca o simplemente el relato de don Quijote en el interior de la Cueva de Montesinos.

La literatura sofisticada o reconstructivista remite al cuarto y último estadio de la genealogía de la literatura, tal como se expone en la Crítica de la razón literaria (vol. 4, parte III, tomo 3). Los tres estadios anteriores corresponden a las literaturas primitiva o dogmática, crítica o indicativa y programática o imperativa, a cuya exposición e interpretación se han dedican los tres volúmenes de esta serie (núms. 10, 11 y 12).



La literatura programática o imperativa: Ejemplos e interpretaciones

     

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Crítica de la razón literaria

Vol. 12 · Parte IV · Tomo 3.



Crítica de la razón literaria



La literatura programática o imperativa es la genealogía literaria preferida por los totalitarismos. Es la literatura del futuro más inmediato, y reinará ―paradójicamente promovida por la democracia posmoderna― desde la segunda mitad del siglo XXI en un mundo globalizado por la Anglosfera. Es una «literatura fácil», en la que todo tipo de autores mediocres y colaboracionistas ad hoc pueden sentirse muy cómodos, y prematuramente promocionados. Es la literatura preferida por los intelectuales y por los filósofos. Y ―como hemos dicho― por los totalitarismos. Es la literatura más menospreciada y menos respetada por los escritores inteligentes, sus principales enemigos.

Ideología, pseudociencia, teología y tecnología propagandística son los saberes y recursos esenciales sobre los que se construye la literatura programática o imperativa, la cual tiene como objetivo neutralizar la desmitificación de la realidad, el uso crítico de la razón y la libertad de las ciencias. De muchos modos, la literatura programática o imperativa, que responde a un programa político y a un imperativo ideológico, religioso o propagandístico, se opone siempre a una literatura crítica o indicativa. Frente a esta última, la literatura programática o imperativa tiene su semilla en la sofística y su razón de ser en la destrucción de todo pensamiento crítico alternativo al propio. Con frecuencia, es una literatura fundamentalista.

Las literaturas que obedecen a programas e imperativos políticos e ideológicos son fuertemente propagandísticas, se orientan hacia la gestión de la mentira y la configuración de un tercer mundo semántico. Es una literatura próxima al Kitsch, y a la instauración de modelos de arte inalterables y ortodoxos, a fin de perpetuar un determinado tipo de sociedad cerrada. Habitualmente, postulan utopías y afirman desenlaces idealistas, pero siempre a partir de situaciones reales, de premisas tangibles, que se van transformando narrativa o teatralmente en idealismos absolutos, y completamente inoperantes. Pero «poéticamente» muy seductores. Las literaturas programáticas o imperativas construyen mundos humanamente inhabitables. Téngase en cuenta que este tipo de literatura es la única que Platón admite en su idealista, utópica y patibularia República. Es la literatura que fascina a filósofos, sacerdotes y posmodernos. 

La literatura programática o imperativa remite al tercer estadio o etapa de la genealogía de la literatura, tal como se expone en la Crítica de la razón literaria (vol. 4, parte III, tomo 3). El primer y segundo estadios corresponden respectivamente a la literatura primitiva o dogmática (vol. 10) y a la literatura crítica o indicativa (vol. 11), y el último estadio remite a la literatura sofisticada o reconstructivista (vol. 13).

No lo olvides: si hay una literatura que niega la libertad, esa literatura es la programática o imperativa. Si te gusta, tuya será la segunda mitad del siglo XXI.



La literatura crítica o indicativa: Ejemplos e interpretaciones

    

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Crítica de la razón literaria

Vol. 11 · Parte IV · Tomo 2.



Crítica de la razón literaria



La literatura crítica o indicativa remite al segundo estadio o etapa de la genealogía de la literatura, tal como se expone en la Crítica de la razón literaria (vol. 4, parte III, tomo 3). El primer estadio corresponde a la literatura primitiva o dogmática (vol. 10), y los dos estadios siguientes remiten a las literaturas programática o imperativa (vol. 12) y sofisticada o reconstructivista (vol. 13).

Desmitificación, racionalismo, filosofía crítica y conocimientos científicos son los saberes esenciales sobre los que se construye la literatura crítica o indicativa, la cual actúa sobre el mito, la magia, la religión y las técnicas más elementales de composición oral y escrituraria, que caracterizan los saberes constitutivos de la literatura primitiva o dogmática. Frente a esta última, la literatura crítica o indicativa tiene su germen en la intención crítica y en la destrucción del pensamiento irracionalista, en el que se basaban ―y se basan― religiones, ideologías y filosofías idealistas.

Con la irrupción e implantación de las filosofías críticas y los saberes científicos, esta modalidad literaria se potencia y amplía, y alcanza en la Edad Moderna su manifestación más poderosa, especialmente durante los Siglos de Oro españoles, una etapa histórica irrepetible en la concepción universal de lo que la literatura ha sido y es, en particular desde la tradición hispanogrecolatina, a cuya destrucción asistimos lentamente desde la segunda mitad del siglo XX, como consecuencia de la hegemonía estadounidense, y del triunfo de una sociedad ignorante de lo que la literatura es, al considerarla simplemente como un libro de autoayuda.



La literatura primitiva o dogmática: Ejemplos e interpretaciones

   

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Crítica de la razón literaria

Vol. 10 · Parte IV · Tomo 1.



Crítica de la razón literaria



La literatura primitiva o dogmática remite al primer estadio o etapa de la genealogía de la literatura, tal como se expone en la Crítica de la razón literaria (vol. 4, parte III, tomo 3). Los tres estadios siguientes remiten a las literaturas crítica o indicativa, programática o imperativa y sofisticada o reconstructivista, a cuya exposición e interpretación se dedican los volúmenes siguientes de esta serie (núms. 11, 12 y 13).

El mito, la magia, la religión y las técnicas más elementales de composición oral y escrituraria, caracterizan los saberes constitutivos de esta genealogía literaria, propia de sociedades humanas preestatales. Es una literatura que carece de intención crítica y que acoge lo irracional como un hecho completamente natural y ordinario.

Con la irrupción e implantación de las filosofías críticas y de los saberes científicos, esta modalidad literaria se disuelve, al resultar inviable, por incompatible con las nuevas formas del racionalismo humano, las sociedades políticas estatales y el divorcio entre religión y literatura, es decir, entre el dogma y la poética. Tras la consumación de esta literatura, la ficción se erige como una de las cualidades fundamentales de la fábula literaria y de las artes poéticas.



Más allá de la Literatura Comparada: Idea, concepto y método de Literatura Comparada según la Crítica de la razón literaria

  

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Crítica de la razón literaria

Vol. 9 · Parte III · Tomo 8.



Idea, concepto y método de Literatura Comparada según la Crítica de la razón literaria



La Literatura Comparada ha sido una de las disciplinas académicas más tempranamente destruidas por la posmodernidad anglosajona, tras su triunfo en las universidades estadounidenses con posterioridad a la II Guerra Mundial, en que la Anglosfera reemplaza el dominio francés, basado en la historiografía literaria, por el monopolio norteamericano, cuyo centro de gravedad será la teoría de la literatura desarrollada al modo anglosajón.

Y ha sido precisamente este modo de ejercer la teoría literaria, el anglosajón, el que, al desembocar en la posmodernidad actual, ha destruido completamente la Literatura Comparada. ¿Por qué? Pues porque al postular el mito de la isovalencia de las culturas, y reducir la literatura a cultura, e imponer la idea delusoria de que todas las literaturas son iguales, entonces, no hay nada que comparar.

Metodológicamente, la Literatura Comparada es hoy una actividad investigadora de minorías irreconocidas, o incluso ilegítimas, en el ámbito universitario. Como disciplina, ha desaparecido, o es apenas un arcaísmo pendiente de disolución. Y, sin embargo, la Literatura Comparada es la dimensión más importante de toda investigación literaria y de todo conocimiento relativo a la Teoría de la Literatura, porque representa el más amplio dominio de la interpretación literaria, al superar todo tipo de fronteras espaciales, temporales y estatales. La Literatura Comparada es la máxima y más plena interpretación de la literatura, más allá de la Historia, la geografía y la política.

Saber literatura es demostrar que se sabe Literatura Comparada. Es cumplir con una red de relaciones racionales entre lo más selecto de los materiales literarios: tiempos, espacios, naciones… géneros, temas, influencias… genealogías, autores, obras, lectores, intérpretes y transductores… La lista de relaciones y operaciones es interminable, frente a los términos, totalmente acotados en cuatro figuras esenciales y nucleares: autor, obra, lector e intérprete o transductor.

El cierre de la Teoría de la Literatura como ciencia categorial ―al igual que toda ciencia― está en sus términos, en el inventario de sus términos, y nunca en sus operaciones ni en sus relaciones. Si las ciencias estuvieran limitadas en sus relaciones y operaciones, automáticamente dejarían de existir como tales ciencias.

La Literatura Comparada es la relación racional entre dos o más términos literarios ―autores, obras, lectores e intérpretes―. La figura fundamental es aquí la relación metodológica, una auténtica symploké ― relación racional de términos― de la complejidad literaria, que revela la estructura sistemática de su propia totalidad. 

El comparatismo es un modelo que procede a partir de términos (autores, obras, etc.) para establecer relaciones entre ellos: Cervantes en Goethe, la Divina commedia en el Romanticismo europeo, el Quijote en la novela del siglo XX, etc. Los términos son limitados, las operaciones y las relaciones entre ellos son infinitas.

No sabe de literatura quien no sabe de Literatura Comparada. La posmodernidad está inhabilitada para el ejercicio comparatista. Si todas las literaturas son iguales, no hay nada que comparar.

Contra este imperativo nihilista, idealista y estéril, incompatible con la realidad de la literatura, se escribió este libro, en el que se exponen una idea, un concepto y un método de Literatura Comparada, según la Crítica de la razón literaria.



Teoría de los géneros literarios: Genología de la literatura. Idea y concepto de género en la investigación literaria

 

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Crítica de la razón literaria

Vol. 8 · Parte III · Tomo 7.



Concepto de género en la investigación literaria



La Crítica de la razón literaria es una teoría del genoma literario. 

Este libro en particular ―que constituye el volumen 8 de la obra completa (Parte III, Tomo 7)― expone la teoría de los géneros literarios de la Crítica de la razón literaria. Se trata de una genología de la literatura completamente diferente de todas las anteriores, y muy distinta de todas las publicadas a lo largo del siglo XX, tanto por su planteamiento como por su desarrollo. El contenido que aquí se ofrece resultará particularmente útil a personas interesadas no sólo en géneros literarios, sino sobre todo en Historia de la literatura y en Literatura Comparada.

Históricamente, la mayor parte de las teorías sobre los géneros literarios han oscilando entre la Poética de Aristóteles y la Estética de Hegel. Podría decirse, incluso, que, en el Antiguo Régimen, cuanto se escribía a propósito de genología de la literatura era una derivada casi matemática del estagirita, y que, desde la Edad Contemporánea, el centro de gravedad de la teoría genológica fue la aisthesis idealista y romántica del de Jena.

Sin embargo, las diferencias prácticas entre una y otra teoría de los géneros literarios resultaban y resultan poco o nada relevantes, pues todo se limitaba ―una y otra vez― a un despliegue de clasificaciones y arborescencias, de naturaleza porfiriana, y de un inesquivable peso darwinista, sobre todo en el caso hegeliano. Para los teóricos de la literatura resultaba de lo más cómodo: bastaba repetirlo todo acríticamente y el trabajo estaba hecho. Todo se agotaba en clasificaciones inertes que hacían de la literatura una suerte de insectario tipológico o taxonómico.

El planteamiento que ofrece la Crítica de la razón literaria nada tiene que ver con esto, pues no es porfiriano ―aristotélico y hegeliano―, sino plotiniano, es decir, no insiste en la clasificación de los géneros literarios en función de la diferencia específica, sino en la tipología de las obras literarias según la troncalidad de su genealogía genérica, esto es, del género generador

Dicho de otro modo: el centro neurálgico de esta teoría genológica no reside en lo específico de una obra literaria ―en la especie, diríamos―, sino en lo genérico de su troncalidad primigenia, a fin de observar sus diferentes desarrollos históricos, las evoluciones geográficas y todo un sistema de transformaciones literarias dadas en el genoma de una obra.

No en vano, como se ha dicho, la Crítica de la razón literaria es una teoría del genoma literario.



El concepto de ficción en la literatura


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Crítica de la razón literaria

Vol. 7 · Parte III · Tomo 6.



Crítica de la razón literaria



Si no se sabe lo que es la ficción, no se sabe lo que es la literatura. Sin ficción no hay literatura, y, sin literatura, la ficción queda limitada a una suerte de enunciado matemático para escolares, parábola moralizante o grimorio religioso, cuyos protagonistas son agentes de episodios que, siendo imaginarios, no son precisamente poéticos. Son disciplinarios o preceptivos.

Téngase en cuenta que la literatura nace esencialmente porque construye con palabras ―con palabras poéticas― hechos que jamás han tenido lugar tal y como se han contado con esas mismas palabras. Hechos que, sin embargo, una vez construidos verbalmente, resultan imposibles de olvidar y soslayar. Con hechos así se identifican las personas, los pueblos, las ideologías, las sociedades bárbaras y las sociedades civilizadas, las gentes de paz y hasta los más crueles asesinos. La literatura se ha impuesto siempre por medio de la ficción. Y siempre con consecuencias reales. Porque la ficción, en contra de lo que nos han enseñado, no es algo disociable de la realidad, sino una parte esencial de ella. No salimos de la realidad cuando leemos una novela o «vivimos» una obra de ficción.

Y ha sido la ficción la que ha permitido sortear censuras, limitaciones, interdicciones, proscripciones e incluso patíbulos. Sólo en épocas de extrema intolerancia, como la que actualmente atravesamos y vivimos ―sin querer reconocerlo―, la ficción se ha tomado legalmente en serio. A veces, hasta el punto de censurarla, prohibirla o simplemente derogarla. Lo políticamente correcto no entiende de ficciones. Y aún menos entiende de literatura. Como Platón, su filosofía moral es muy otra, y muy ajena a la ficción y a la literatura. Sólo el tramposo se toma el juego en serio. Pero el tramposo, con excesiva frecuencia en la Historia, dispone de más poderes que el poeta. Y de mejores alianzas y amistades. Las formas de enfrentarse a la ficción son sutiles y perversas. Pero todas son insuficientes. La única forma de destruir la ficción es destruir al ser humano. 

Siempre he dicho que el grado de libertad de una sociedad lo mide la literatura, y no la religión ni la política, ni tampoco la filosofía, actividades estas tres que con frecuencia pactan su propia supervivencia a costa de la libertad humana, a la que reprimen sin pudor ―y con fruición― siempre que pueden. Se ha dicho que Marx, Nietzsche y Freud son los hermeneutas de la sospecha, porque invitan a «sospechar» de la realidad. Lo cierto es que la obra de estos autores alberga las más sospechosas interpretaciones de la realidad con las que un ser humano puede toparse, si nos atenemos, cuando menos, a la dimensión enormemente ficticia, y tan pobremente literaria, que desencadena toda su obra: utopía, barbarie e irracionalismo. Tres formas de ficción que la literatura descartó ―por estériles― desde su más temprana genealogía. Tres formas de ficción que se quedaron, respectivamente, en manos de la política, la religión y la filosofía.

Este libro expone la teoría de la ficción de la Crítica de la razón literaria, según la cual la ficción es aquella materia que carece de existencia operatoria, es decir, aquella parte de la realidad que sólo dispone de existencia poética, estructural o formal, porque su contenido operatorio es nulo. Don Quijote, el príncipe Hamlet o Dante en los Infiernos, no son personas fuera de la literatura que habitan estructuralmente como personajes. Dicho de otro modo, no operan fuera de una ficción que existe, sí, pero como parte inerte de una realidad que no las teme ―por inoperantes―, aunque las haya creado, comunicado e interpretado durante siglos.

Sólo un déspota teme la ficción. Sólo los enemigos de la literatura tienen como objetivo la censura y proscripción política, religiosa o filosófica de la ficción literaria y de la literatura misma. La sombra de Platón es ―muy― alargada. La mano de la filosofía siempre mece la cuna de la religión y de la política. Negar el distintivo específico, exclusivo y casi excluyente, que la literatura posee sobre la ficción, es el primer paso para hacer de la ficción algo ininteligible, previo a su destierro político y a su exterminio poético.

Defender la ficción es defender la literatura, y defender la literatura es defender la libertad.



El conocimiento científico de la literatura: crítica de las formas y materiales literarios

    

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Crítica de la razón literaria

Vol. 6 · Parte III · Tomo 5.



Crítica de la razón literaria



La gnoseología de la literatura es una teoría del conocimiento científico de la literatura y de los materiales literarios (autor, obra, lector e intérprete o transductor). Una de las tesis fundamentales de la Crítica de la razón literaria es que la literatura exige una interpretación científica, y no meramente filosófica, académica o divulgativa. 

Naturalmente, una exigencia de esta naturaleza es por completo algo inaceptable hoy, en el siglo XXI, por muchísimas razones. 

En primer lugar, porque, actualmente, los estudios literarios se han convertido en un material reciclable, que se ha reducido a ideología, cuya única utilidad es la de servir de medio propagandístico a creencias sociales que organizan la ignorancia colectiva. Eso son las ideologías, formas emocionales y discursivas de organizar la nesciencia gregaria, y que desde hace años se enseñan en las Universidades, instituciones dedicadas a sistematizar la ignorancia y el prejuicio, en lugar de combatirlos. Siempre en nombre de lo políticamente correcto.

En segundo lugar, porque la hegemonía cultural anglosajona, vigente desde finales del siglo XVIII, y promovida esencialmente por los «amigos del comercio», ha disuelto la literatura en el mito de la cultura, y ha reemplazado los estudios literarios por estudios culturales, de modo que la literatura deja de interpretarse como tal para usarse solamente como cultura indefinida. De hecho, la cultura es una invención de los pueblos que carecen de literatura. Uno de los objetivos de la Anglosfera ha sido siempre desactivar el valor de la tradición literaria hispanogrecolatina, a fin de desposeer de conocimiento el origen de nuestra civilización.

En tercer lugar, porque la ignorancia resultante de aceptar acríticamente las filosofías idealistas anglosajonas, de Kant a Fukuyama, conlleva asumir que la literatura no se puede estudiar científicamente, simplemente porque el racionalismo literario, o la crítica de la razón literaria, que está dado a una escala diferente del racionalismo matemático o químico, por ejemplo, no se comprende desde los presupuestos de los diseñadores del racionalismo matemático o químico, como si un soneto fuera una molécula de bario o una anáfora resultara de la combinación de varios números primos. 

La interdicción científica de la literatura es un fenómeno heredado del idealismo alemán, inconcebible en la tradición literaria hispanogrecolatina, y que incluso ha sido asumido por gentes que, en su tercer mundo semántico, se declaran seguidores de filosofías contemporáneas y materialistas.

La Crítica de la razón literaria exige recuperar el concepto de construcción o poiesis, y nos sitúa de este modo dentro de la tradición poética hispanogrecolatina, a la vez que atenúa visiblemente el peso de la estética (aisthesis) o «sensación», procedente del idealismo alemán (Baumgarten, 1750-1758; Kant, 1790), como principio psicológicamente explicativo y sensorialmente reductor del arte. Para los idealistas alemanes, la obra de arte queda reducida a la experiencia personal y subjetiva de sus efectos sensibles. Esto es pura psicología emocional y vacua. 

La exigencia de interpretar de forma objetiva y normativa una obra de arte, en general, y literaria, en particular, resulta totalmente negada, desautorizada y proscrita en nombre de una nueva teoría del conocimiento idealista, romántica y germánica: el idealismo alemán. 

La Anglosfera ha prohibido así la interpretación científica del arte, en general, y de la literatura, en particular. Ningún imperativo ha sido y es tan contrario a la tradición literaria hispanogrecolatina, y tan absolutamente incompatible con ella, como éste. 

Desde la Poética de Aristóteles hasta la Aesthetica de Baumgarten —obra esta última que rompe con el racionalismo de la poética y de la retórica clásicas para imponer el idealismo sensorial y luterano de la libre interpretación estética—, la literatura había sido objeto de interpretación científica y filosófica. Desde Baumgarten (1750-1758), Lessing (1766) y Kant (1790) se impone sobre los materiales literarios la interdicción científica, que resulta absolutamente exigida y glorificada por la Anglosfera, como un triunfo propio frente a dominios culturales ajenos, cuyos productos no son de elaboración propia o genuinamente germana. 

De este modo, la literatura —de Homero a Cervantes, de la antigua Grecia a la España de los Siglos de Oro— queda, como la totalidad de las artes, secuestrada, marginada y enclaustrada en el ámbito emocional de los sentimientos. 

¿Qué hace la Hispanosfera? Lo peor que podría hacerse: aceptar tal aberración sin cuestionarla ni criticarla. La interdicción científica de la literatura es obra del Idealismo alemán y de la Anglosfera, y supone históricamente neutralizar el peso de la tradición literaria hispanogrecolatina frente a la expansión absolutista y globalizante de la hegemonía cultural anglosajona, desde la Ilustración hasta la posmodernidad contemporánea. 

Es evidente que la Crítica de la razón literaria se enfrenta de forma radicalmente dialéctica —y en solitario— a tan ridícula obsecuencia.