Libro digital
Crítica de la razón literaria
Vol. 15 · Parte V · Tomo 2.
Catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, como profesor universitario, autor de la Crítica de la razón literaria, dispone de forma abierta, libre y gratuita, de toda su actividad docente, académica e investigadora, en internet, con más de mil clases grabadas en su canal de YouTube.
Libro digital
Crítica de la razón literaria
Vol. 15 · Parte V · Tomo 2.
Libro digital
Crítica de la razón literaria
Vol. 14 · Parte V · Tomo 1.
La Este libro es un alegato contra la teoría literaria posmoderna, de hechura anglosajona y vacua, y actualmente implantada y asumida de modo tan acrítico como poco o nada inteligente en todas las Universidades del mundo, incluidas, por sorprendente que parezca, las de la República Popular China.
Esta obra expone una visión dialéctica de la literatura, es decir, una interpretación que pone de manifiesto las incoherencias, deficiencias y deturpaciones de las supuestas teorías literarias que ―posmodernamente― se nos obliga a soportar en nombre de una idea falsa de literatura y un criterio aún más fraudulento de análisis literario.
Las «teorías literarias» posmodernas ni son teorías ni se refieren a la literatura. Son ideologías y galimatías que reducen ―hasta disolverla― la realidad de la literatura en una idea indefinida y confusa de cultura. Son el mito revivido del «nuevo traje del emperador», timo del que todos deberíamos estar sobradamente advertidos a estas alturas de la Historia. Pero el prejuicio resulta más rentable explotarlo que combatirlo. Y la Universidad, que debiera enfrentarse al prejuicio, hoy lo exalta, administra y promueve. En la Universidad del siglo XXI, la ideología está por encima de la ciencia.
Como ideologías que son, las «teorías literarias» posmodernas constituyen una poderosa organización emocional de la ignorancia colectiva, un tercer mundo semántico que crece y se parasita más y más cada día en las instituciones universitarias y académicas. Nótese que la literatura desaparece a medida que se desarrollan estas supuestas «teorías literarias» posmodernas.
Frente a toda esta descomposición y deconstrucción de la interpretación literaria, el lector interesado encontrará en este libro, que constituye el volumen 14 de la Crítica de la razón literaria, una explicación de la literatura como construcción humana, racional y libre, como realidad verbal, poética y ficticia, y concepto pragmático, histórico y político.
Se somete a revisión la idea de «intelectual» como crítico del poder, pues en realidad es todo lo contrario: siempre ha sido un colaboracionista del poder ―de cualquier forma de poder―, de Erasmo a Steiner, pasando por Ortega, Foucault, Harold Bloom o Hillis Miller, entre tantos otros innombrables del siglo XXI. El éxito o fracaso de un intelectual es sólo el éxito o fracaso del poder al que presta sus servicios.
Si permites que te eduquen para obedecer, no leas este libro, ni te acerques a la Crítica de la razón literaria: lee a los de siempre, y quédate como estás.
Libro digital
Crítica de la razón literaria
Vol. 13 · Parte IV · Tomo 4.
La literatura sofisticada o reconstructivista se caracteriza por potenciar cuatro características humanas absolutamente decisivas en la imaginación personal y social: la psicología en todas sus dimensiones, el animismo de seres inertes ―así como también de animales y entidades naturales y metafísicas―, la visión sobrenatural de todas las cosas y la reconstrucción o elaboración sofisticadamente racional de referentes irracionales. Digamos que la literatura sofisticada o reconstructivista es una literatura de un irracionalismo cuyo diseño ―cuya ingeniosa ingeniería― es minuciosa y cuidadosamente racional. Es una literatura especialmente seductora. Y tramposa.
Psicología, animismo, sobrenaturalismo y sofisticada reconstrucción de apariencias irracionales son los elementos constitutivos de esta genealogía literaria, propia de sociedades humanas singularmente astutas y seductoras, capaces de sortear agudas e inquisitivas formas de censura y represión. Es una literatura que oculta y disimula su intención crítica e incisiva, y que puede acoger lo irracional como un hecho completamente natural y ordinario, pero siempre con desenlaces y objetivos latebrosos.
Es la literatura de Cervantes en El coloquio de los perros, de El asno de oro de Apuleyo, de los Sueños de Quevedo y del culteranismo gongorino... Es la literatura que los románticos descubrieron leyendo ―sin confesarlo― el Barroco hispano, para recitarlo de nuevo en términos propios de un Kitsch fantástico y maravilloso, para adolescentes lectores de Edgar Allan Poe. Es el arte de las Vanguardias hispanas, el Creacionismo de Huidobro, y también la poesía de Rilke y el surrealismo de Aleixandre, los versos de Lorca o simplemente el relato de don Quijote en el interior de la Cueva de Montesinos.
La literatura sofisticada o reconstructivista remite al cuarto y último estadio de la genealogía de la literatura, tal como se expone en la Crítica de la razón literaria (vol. 4, parte III, tomo 3). Los tres estadios anteriores corresponden a las literaturas primitiva o dogmática, crítica o indicativa y programática o imperativa, a cuya exposición e interpretación se han dedican los tres volúmenes de esta serie (núms. 10, 11 y 12).
Libro digital
Crítica de la razón literaria
Vol. 12 · Parte IV · Tomo 3.
La literatura programática o imperativa es la genealogía literaria preferida por los totalitarismos. Es la literatura del futuro más inmediato, y reinará ―paradójicamente promovida por la democracia posmoderna― desde la segunda mitad del siglo XXI en un mundo globalizado por la Anglosfera. Es una «literatura fácil», en la que todo tipo de autores mediocres y colaboracionistas ad hoc pueden sentirse muy cómodos, y prematuramente promocionados. Es la literatura preferida por los intelectuales y por los filósofos. Y ―como hemos dicho― por los totalitarismos. Es la literatura más menospreciada y menos respetada por los escritores inteligentes, sus principales enemigos.
Ideología, pseudociencia, teología y tecnología propagandística son los saberes y recursos esenciales sobre los que se construye la literatura programática o imperativa, la cual tiene como objetivo neutralizar la desmitificación de la realidad, el uso crítico de la razón y la libertad de las ciencias. De muchos modos, la literatura programática o imperativa, que responde a un programa político y a un imperativo ideológico, religioso o propagandístico, se opone siempre a una literatura crítica o indicativa. Frente a esta última, la literatura programática o imperativa tiene su semilla en la sofística y su razón de ser en la destrucción de todo pensamiento crítico alternativo al propio. Con frecuencia, es una literatura fundamentalista.
Las literaturas que obedecen a programas e imperativos políticos e ideológicos son fuertemente propagandísticas, se orientan hacia la gestión de la mentira y la configuración de un tercer mundo semántico. Es una literatura próxima al Kitsch, y a la instauración de modelos de arte inalterables y ortodoxos, a fin de perpetuar un determinado tipo de sociedad cerrada. Habitualmente, postulan utopías y afirman desenlaces idealistas, pero siempre a partir de situaciones reales, de premisas tangibles, que se van transformando narrativa o teatralmente en idealismos absolutos, y completamente inoperantes. Pero «poéticamente» muy seductores. Las literaturas programáticas o imperativas construyen mundos humanamente inhabitables. Téngase en cuenta que este tipo de literatura es la única que Platón admite en su idealista, utópica y patibularia República. Es la literatura que fascina a filósofos, sacerdotes y posmodernos.
La literatura programática o imperativa remite al tercer estadio o etapa de la genealogía de la literatura, tal como se expone en la Crítica de la razón literaria (vol. 4, parte III, tomo 3). El primer y segundo estadios corresponden respectivamente a la literatura primitiva o dogmática (vol. 10) y a la literatura crítica o indicativa (vol. 11), y el último estadio remite a la literatura sofisticada o reconstructivista (vol. 13).
No lo olvides: si hay una literatura que niega la libertad, esa literatura es la programática o imperativa. Si te gusta, tuya será la segunda mitad del siglo XXI.
Libro digital
Crítica de la razón literaria
Vol. 11 · Parte IV · Tomo 2.
La literatura crítica o indicativa remite al segundo estadio o etapa de la genealogía de la literatura, tal como se expone en la Crítica de la razón literaria (vol. 4, parte III, tomo 3). El primer estadio corresponde a la literatura primitiva o dogmática (vol. 10), y los dos estadios siguientes remiten a las literaturas programática o imperativa (vol. 12) y sofisticada o reconstructivista (vol. 13).
Desmitificación, racionalismo, filosofía crítica y conocimientos científicos son los saberes esenciales sobre los que se construye la literatura crítica o indicativa, la cual actúa sobre el mito, la magia, la religión y las técnicas más elementales de composición oral y escrituraria, que caracterizan los saberes constitutivos de la literatura primitiva o dogmática. Frente a esta última, la literatura crítica o indicativa tiene su germen en la intención crítica y en la destrucción del pensamiento irracionalista, en el que se basaban ―y se basan― religiones, ideologías y filosofías idealistas.
Con la irrupción e implantación de las filosofías críticas y los saberes científicos, esta modalidad literaria se potencia y amplía, y alcanza en la Edad Moderna su manifestación más poderosa, especialmente durante los Siglos de Oro españoles, una etapa histórica irrepetible en la concepción universal de lo que la literatura ha sido y es, en particular desde la tradición hispanogrecolatina, a cuya destrucción asistimos lentamente desde la segunda mitad del siglo XX, como consecuencia de la hegemonía estadounidense, y del triunfo de una sociedad ignorante de lo que la literatura es, al considerarla simplemente como un libro de autoayuda.
Libro digital
Crítica de la razón literaria
Vol. 10 · Parte IV · Tomo 1.
La literatura primitiva o dogmática remite al primer estadio o etapa de la genealogía de la literatura, tal como se expone en la Crítica de la razón literaria (vol. 4, parte III, tomo 3). Los tres estadios siguientes remiten a las literaturas crítica o indicativa, programática o imperativa y sofisticada o reconstructivista, a cuya exposición e interpretación se dedican los volúmenes siguientes de esta serie (núms. 11, 12 y 13).
El mito, la magia, la religión y las técnicas más elementales de composición oral y escrituraria, caracterizan los saberes constitutivos de esta genealogía literaria, propia de sociedades humanas preestatales. Es una literatura que carece de intención crítica y que acoge lo irracional como un hecho completamente natural y ordinario.
Con la irrupción e implantación de las filosofías críticas y de los saberes científicos, esta modalidad literaria se disuelve, al resultar inviable, por incompatible con las nuevas formas del racionalismo humano, las sociedades políticas estatales y el divorcio entre religión y literatura, es decir, entre el dogma y la poética. Tras la consumación de esta literatura, la ficción se erige como una de las cualidades fundamentales de la fábula literaria y de las artes poéticas.
Libro digital
Crítica de la razón literaria
Vol. 9 · Parte III · Tomo 8.
La Literatura Comparada ha sido una de las disciplinas académicas más tempranamente destruidas por la posmodernidad anglosajona, tras su triunfo en las universidades estadounidenses con posterioridad a la II Guerra Mundial, en que la Anglosfera reemplaza el dominio francés, basado en la historiografía literaria, por el monopolio norteamericano, cuyo centro de gravedad será la teoría de la literatura desarrollada al modo anglosajón.
Y ha sido precisamente este modo de ejercer la teoría literaria, el anglosajón, el que, al desembocar en la posmodernidad actual, ha destruido completamente la Literatura Comparada. ¿Por qué? Pues porque al postular el mito de la isovalencia de las culturas, y reducir la literatura a cultura, e imponer la idea delusoria de que todas las literaturas son iguales, entonces, no hay nada que comparar.
Metodológicamente, la Literatura Comparada es hoy una actividad investigadora de minorías irreconocidas, o incluso ilegítimas, en el ámbito universitario. Como disciplina, ha desaparecido, o es apenas un arcaísmo pendiente de disolución. Y, sin embargo, la Literatura Comparada es la dimensión más importante de toda investigación literaria y de todo conocimiento relativo a la Teoría de la Literatura, porque representa el más amplio dominio de la interpretación literaria, al superar todo tipo de fronteras espaciales, temporales y estatales. La Literatura Comparada es la máxima y más plena interpretación de la literatura, más allá de la Historia, la geografía y la política.
Saber literatura es demostrar que se sabe Literatura Comparada. Es cumplir con una red de relaciones racionales entre lo más selecto de los materiales literarios: tiempos, espacios, naciones… géneros, temas, influencias… genealogías, autores, obras, lectores, intérpretes y transductores… La lista de relaciones y operaciones es interminable, frente a los términos, totalmente acotados en cuatro figuras esenciales y nucleares: autor, obra, lector e intérprete o transductor.
El cierre de la Teoría de la Literatura como ciencia categorial ―al igual que toda ciencia― está en sus términos, en el inventario de sus términos, y nunca en sus operaciones ni en sus relaciones. Si las ciencias estuvieran limitadas en sus relaciones y operaciones, automáticamente dejarían de existir como tales ciencias.
La Literatura Comparada es la relación racional entre dos o más términos literarios ―autores, obras, lectores e intérpretes―. La figura fundamental es aquí la relación metodológica, una auténtica symploké ― relación racional de términos― de la complejidad literaria, que revela la estructura sistemática de su propia totalidad.
El comparatismo es un modelo que procede a partir de términos (autores, obras, etc.) para establecer relaciones entre ellos: Cervantes en Goethe, la Divina commedia en el Romanticismo europeo, el Quijote en la novela del siglo XX, etc. Los términos son limitados, las operaciones y las relaciones entre ellos son infinitas.
No sabe de literatura quien no sabe de Literatura Comparada. La posmodernidad está inhabilitada para el ejercicio comparatista. Si todas las literaturas son iguales, no hay nada que comparar.
Contra este imperativo nihilista, idealista y estéril, incompatible con la realidad de la literatura, se escribió este libro, en el que se exponen una idea, un concepto y un método de Literatura Comparada, según la Crítica de la razón literaria.
Libro digital
Crítica de la razón literaria
Vol. 8 · Parte III · Tomo 7.
La Crítica de la razón literaria es una teoría del genoma literario.
Este libro en particular ―que constituye el volumen 8 de la obra completa (Parte III, Tomo 7)― expone la teoría de los géneros literarios de la Crítica de la razón literaria. Se trata de una genología de la literatura completamente diferente de todas las anteriores, y muy distinta de todas las publicadas a lo largo del siglo XX, tanto por su planteamiento como por su desarrollo. El contenido que aquí se ofrece resultará particularmente útil a personas interesadas no sólo en géneros literarios, sino sobre todo en Historia de la literatura y en Literatura Comparada.
Históricamente, la mayor parte de las teorías sobre los géneros literarios han oscilando entre la Poética de Aristóteles y la Estética de Hegel. Podría decirse, incluso, que, en el Antiguo Régimen, cuanto se escribía a propósito de genología de la literatura era una derivada casi matemática del estagirita, y que, desde la Edad Contemporánea, el centro de gravedad de la teoría genológica fue la aisthesis idealista y romántica del de Jena.
Sin embargo, las diferencias prácticas entre una y otra teoría de los géneros literarios resultaban y resultan poco o nada relevantes, pues todo se limitaba ―una y otra vez― a un despliegue de clasificaciones y arborescencias, de naturaleza porfiriana, y de un inesquivable peso darwinista, sobre todo en el caso hegeliano. Para los teóricos de la literatura resultaba de lo más cómodo: bastaba repetirlo todo acríticamente y el trabajo estaba hecho. Todo se agotaba en clasificaciones inertes que hacían de la literatura una suerte de insectario tipológico o taxonómico.
El planteamiento que ofrece la Crítica de la razón literaria nada tiene que ver con esto, pues no es porfiriano ―aristotélico y hegeliano―, sino plotiniano, es decir, no insiste en la clasificación de los géneros literarios en función de la diferencia específica, sino en la tipología de las obras literarias según la troncalidad de su genealogía genérica, esto es, del género generador.
Dicho de otro modo: el centro neurálgico de esta teoría genológica no reside en lo específico de una obra literaria ―en la especie, diríamos―, sino en lo genérico de su troncalidad primigenia, a fin de observar sus diferentes desarrollos históricos, las evoluciones geográficas y todo un sistema de transformaciones literarias dadas en el genoma de una obra.
No en vano, como se ha dicho, la Crítica de la razón literaria es una teoría del genoma literario.
Libro digital
Crítica de la razón literaria
Vol. 7 · Parte III · Tomo 6.
Si no se sabe lo que es la ficción, no se sabe lo que es la literatura. Sin ficción no hay literatura, y, sin literatura, la ficción queda limitada a una suerte de enunciado matemático para escolares, parábola moralizante o grimorio religioso, cuyos protagonistas son agentes de episodios que, siendo imaginarios, no son precisamente poéticos. Son disciplinarios o preceptivos.
Téngase en cuenta que la literatura nace esencialmente porque construye con palabras ―con palabras poéticas― hechos que jamás han tenido lugar tal y como se han contado con esas mismas palabras. Hechos que, sin embargo, una vez construidos verbalmente, resultan imposibles de olvidar y soslayar. Con hechos así se identifican las personas, los pueblos, las ideologías, las sociedades bárbaras y las sociedades civilizadas, las gentes de paz y hasta los más crueles asesinos. La literatura se ha impuesto siempre por medio de la ficción. Y siempre con consecuencias reales. Porque la ficción, en contra de lo que nos han enseñado, no es algo disociable de la realidad, sino una parte esencial de ella. No salimos de la realidad cuando leemos una novela o «vivimos» una obra de ficción.
Y ha sido la ficción la que ha permitido sortear censuras, limitaciones, interdicciones, proscripciones e incluso patíbulos. Sólo en épocas de extrema intolerancia, como la que actualmente atravesamos y vivimos ―sin querer reconocerlo―, la ficción se ha tomado legalmente en serio. A veces, hasta el punto de censurarla, prohibirla o simplemente derogarla. Lo políticamente correcto no entiende de ficciones. Y aún menos entiende de literatura. Como Platón, su filosofía moral es muy otra, y muy ajena a la ficción y a la literatura. Sólo el tramposo se toma el juego en serio. Pero el tramposo, con excesiva frecuencia en la Historia, dispone de más poderes que el poeta. Y de mejores alianzas y amistades. Las formas de enfrentarse a la ficción son sutiles y perversas. Pero todas son insuficientes. La única forma de destruir la ficción es destruir al ser humano.
Siempre he dicho que el grado de libertad de una sociedad lo mide la literatura, y no la religión ni la política, ni tampoco la filosofía, actividades estas tres que con frecuencia pactan su propia supervivencia a costa de la libertad humana, a la que reprimen sin pudor ―y con fruición― siempre que pueden. Se ha dicho que Marx, Nietzsche y Freud son los hermeneutas de la sospecha, porque invitan a «sospechar» de la realidad. Lo cierto es que la obra de estos autores alberga las más sospechosas interpretaciones de la realidad con las que un ser humano puede toparse, si nos atenemos, cuando menos, a la dimensión enormemente ficticia, y tan pobremente literaria, que desencadena toda su obra: utopía, barbarie e irracionalismo. Tres formas de ficción que la literatura descartó ―por estériles― desde su más temprana genealogía. Tres formas de ficción que se quedaron, respectivamente, en manos de la política, la religión y la filosofía.
Este libro expone la teoría de la ficción de la Crítica de la razón literaria, según la cual la ficción es aquella materia que carece de existencia operatoria, es decir, aquella parte de la realidad que sólo dispone de existencia poética, estructural o formal, porque su contenido operatorio es nulo. Don Quijote, el príncipe Hamlet o Dante en los Infiernos, no son personas fuera de la literatura que habitan estructuralmente como personajes. Dicho de otro modo, no operan fuera de una ficción que existe, sí, pero como parte inerte de una realidad que no las teme ―por inoperantes―, aunque las haya creado, comunicado e interpretado durante siglos.
Sólo un déspota teme la ficción. Sólo los enemigos de la literatura tienen como objetivo la censura y proscripción política, religiosa o filosófica de la ficción literaria y de la literatura misma. La sombra de Platón es ―muy― alargada. La mano de la filosofía siempre mece la cuna de la religión y de la política. Negar el distintivo específico, exclusivo y casi excluyente, que la literatura posee sobre la ficción, es el primer paso para hacer de la ficción algo ininteligible, previo a su destierro político y a su exterminio poético.
Defender la ficción es defender la literatura, y defender la literatura es defender la libertad.
Libro digital
Crítica de la razón literaria
Vol. 6 · Parte III · Tomo 5.
La gnoseología de la literatura es una teoría del conocimiento científico de la literatura y de los materiales literarios (autor, obra, lector e intérprete o transductor). Una de las tesis fundamentales de la Crítica de la razón literaria es que la literatura exige una interpretación científica, y no meramente filosófica, académica o divulgativa.
Naturalmente, una exigencia de esta naturaleza es por completo algo inaceptable hoy, en el siglo XXI, por muchísimas razones.
En primer lugar, porque, actualmente, los estudios literarios se han convertido en un material reciclable, que se ha reducido a ideología, cuya única utilidad es la de servir de medio propagandístico a creencias sociales que organizan la ignorancia colectiva. Eso son las ideologías, formas emocionales y discursivas de organizar la nesciencia gregaria, y que desde hace años se enseñan en las Universidades, instituciones dedicadas a sistematizar la ignorancia y el prejuicio, en lugar de combatirlos. Siempre en nombre de lo políticamente correcto.
En segundo lugar, porque la hegemonía cultural anglosajona, vigente desde finales del siglo XVIII, y promovida esencialmente por los «amigos del comercio», ha disuelto la literatura en el mito de la cultura, y ha reemplazado los estudios literarios por estudios culturales, de modo que la literatura deja de interpretarse como tal para usarse solamente como cultura indefinida. De hecho, la cultura es una invención de los pueblos que carecen de literatura. Uno de los objetivos de la Anglosfera ha sido siempre desactivar el valor de la tradición literaria hispanogrecolatina, a fin de desposeer de conocimiento el origen de nuestra civilización.
En tercer lugar, porque la ignorancia resultante de aceptar acríticamente las filosofías idealistas anglosajonas, de Kant a Fukuyama, conlleva asumir que la literatura no se puede estudiar científicamente, simplemente porque el racionalismo literario, o la crítica de la razón literaria, que está dado a una escala diferente del racionalismo matemático o químico, por ejemplo, no se comprende desde los presupuestos de los diseñadores del racionalismo matemático o químico, como si un soneto fuera una molécula de bario o una anáfora resultara de la combinación de varios números primos.
La interdicción científica de la literatura es un fenómeno heredado del idealismo alemán, inconcebible en la tradición literaria hispanogrecolatina, y que incluso ha sido asumido por gentes que, en su tercer mundo semántico, se declaran seguidores de filosofías contemporáneas y materialistas.
La Crítica de la razón literaria exige recuperar el concepto de construcción o poiesis, y nos sitúa de este modo dentro de la tradición poética hispanogrecolatina, a la vez que atenúa visiblemente el peso de la estética (aisthesis) o «sensación», procedente del idealismo alemán (Baumgarten, 1750-1758; Kant, 1790), como principio psicológicamente explicativo y sensorialmente reductor del arte. Para los idealistas alemanes, la obra de arte queda reducida a la experiencia personal y subjetiva de sus efectos sensibles. Esto es pura psicología emocional y vacua.
La exigencia de interpretar de forma objetiva y normativa una obra de arte, en general, y literaria, en particular, resulta totalmente negada, desautorizada y proscrita en nombre de una nueva teoría del conocimiento idealista, romántica y germánica: el idealismo alemán.
La Anglosfera ha prohibido así la interpretación científica del arte, en general, y de la literatura, en particular. Ningún imperativo ha sido y es tan contrario a la tradición literaria hispanogrecolatina, y tan absolutamente incompatible con ella, como éste.
Desde la Poética de Aristóteles hasta la Aesthetica de Baumgarten —obra esta última que rompe con el racionalismo de la poética y de la retórica clásicas para imponer el idealismo sensorial y luterano de la libre interpretación estética—, la literatura había sido objeto de interpretación científica y filosófica. Desde Baumgarten (1750-1758), Lessing (1766) y Kant (1790) se impone sobre los materiales literarios la interdicción científica, que resulta absolutamente exigida y glorificada por la Anglosfera, como un triunfo propio frente a dominios culturales ajenos, cuyos productos no son de elaboración propia o genuinamente germana.
De este modo, la literatura —de Homero a Cervantes, de la antigua Grecia a la España de los Siglos de Oro— queda, como la totalidad de las artes, secuestrada, marginada y enclaustrada en el ámbito emocional de los sentimientos.
¿Qué hace la Hispanosfera? Lo peor que podría hacerse: aceptar tal aberración sin cuestionarla ni criticarla. La interdicción científica de la literatura es obra del Idealismo alemán y de la Anglosfera, y supone históricamente neutralizar el peso de la tradición literaria hispanogrecolatina frente a la expansión absolutista y globalizante de la hegemonía cultural anglosajona, desde la Ilustración hasta la posmodernidad contemporánea.
Es evidente que la Crítica de la razón literaria se enfrenta de forma radicalmente dialéctica —y en solitario— a tan ridícula obsecuencia.