El objetivo de la Teoría de la Literatura es demostrar que la Literatura es inteligible. Y que lo es para todos aquellos lectores que, capaces de asumir críticamente una educación científica —frente a quienes viven limitados por sus creencias psicológicas y sus ideologías gremiales—, pueden convertirse en intérpretes del mundo en el que viven. Porque el lector interpreta para sí, mientras que el intérprete o transductor interpreta para los demás. Y porque la literatura no es un enigma inexplicable ni un discurso insoluble en la razón, aunque la obra de muchos «teóricos de la literatura» sí sea con muy excesiva frecuencia un jeroglífico incomprensible o un artilugio retórico indescifrable.
En los últimos tiempos —tiempos posmodernos— la Teoría de la Literatura, es decir, lo que se exhibe y hace pasar como tal, crece en la medida en que la Literatura se desvanece y en la misma medida en que la crítica desaparece. La crítica se finge y se simula, pero no se ejerce.
La dialéctica efectiva se sustituye por un relativismo mágico, destinado a salvaguardar la virginidad de los dogmas, que permanecen incombustibles a los ojos, tacto y degustación de todos cuantos se sirven rentablemente de ellos. Se respeta su identidad cultural, mítica, salvaje, primitiva, incívica, retrógrada, estúpida y, sobre todo, nesciente. Sobremanera se fortalecen irracionalmente los dogmas. Se critican apariencias y creencias, con cuidado de dejar intactas las causas de los problemas, cuya solución supondría el fin de la explotación de la miseria, es decir, la destrucción de la gallina de los huevos de oro.
No interesa acabar con los prejuicios, sino explotarlos. Interesa afirmar que no hay ideas, y que todo es ideología. Interesa negar la verdad de la Ciencia, y declarar sofísticamente que todo es prejuicio. Interesa confundir la verdad con la mentira, y analfabetizar sistemáticamente, desde las instituciones académicas y universitarias formateadas por la posmodernidad, al mayor número posible de individuos, debidamente gremializados en grupos y subgrupos, que resultan entre sí cada vez más autistas y más insolidarios, y muy ignorantes de lo que pasa en la calle.