Cuando los curas escribían pornografía

 


Cuando los curas escribían pornografía, porque sabían hacerlo mejor que nadie, en el Siglo de Oro español, había novelas que se titulaban La lozana andaluza (1528), como la de Francisco Delicado, clérigo cordobés, editor y humanista. 

Seguimos hoy esperando encontrar títulos equivalentes a La Celestina o Lazarillo de Tormes, La señora Cornelia, El celoso extremeño o El viejo celoso, por no hablar de El coloquio de los perros o El amante liberal, en el puritano y liberal (valga la antanaclasis) mundo protestante. 

No diré el Quijote, pues algo así ya sería un golpe bajo innecesario, superior incluso al sarcasmo y el escarnio. No hace falta exhibir constantemente que el único as de la literatura universal lo tenemos nosotros. 

Lo cierto es que hoy, los extremos, de nuevo, se tocan, y no sólo para hacer manitas. 

Los problemas sexuales comenzaron con Lutero, el Gran Hermano contemporáneo de filosofías, religiones e ideologías totalitarias. 

Hoy, Lutero, como siempre, quiere mandar más que Dios, pero, también como siempre, ignora que no puede organizar la vida mejor de lo que la vio y contó un español como Cervantes. 

La literatura es lo único que, desde siempre, puede defendernos de filosofías, religiones e ideologías, es decir, del miedo, la mentira y la culpa. La virtud sólo existe allí donde hay un vicio que ocultar.

Jesús G. Maestro



La nueva represión sexual del siglo XXI:
contra miedo, mentira y culpa