Pensar la literatura no es lo mismo que sentir la literatura

 

Derrida


Pensar la literatura no es lo mismo que sentir la literatura. 

La gnoseología nunca pierde de vista la realidad; la epistemología, sin embargo, tiende in extremis a ilusionar e idealizar toda visión de la realidad, convirtiendo a esta última en un espejismo. 

Recuérdese que el idealismo consiste en vivir en el espejismo sin disfrutar del oasis. 

Cuantas más personas «vivan» en el espejismo, mayor será la cantidad de recursos disponibles para quienes materialmente disfruten de hecho del oasis. 

Al espejismo, Platón lo denominó «la caverna» —un lugar realmente incómodo, y que exige para un adecuado consumo posmoderno una nueva nomenclatura—. 

La Crítica de la razón literaria lo denomina, simplemente, tercer mundo semántico

Desde Lutero, y sobre todo desde Kant, toda la teología protestante, primero, y la filosofía idealista, después, han trabajado de forma ininterrumpida por preservar y globalizar este espejismo de diseño anglosajón, esta reformada caverna platónica, hasta convertirlo en un portentoso tercer mundo semántico, saturado de ilusionismo, publicidad, autoayuda o autoengaño, relatos salvíficos y apocalípticos, cine, redes sociales, periodismo y mentira hábilmente gestionada. 

Por supuesto, dentro de este programa o experimento orwelliano[1], la literatura es una forma de cultura indefina y soluble en emociones sin sentido. Es decir, es cualquier cosa. En palabras sofisticadas de un Derrida: todo es texto. Y todos contentos. 

El objetivo es que el racionalismo literario resulte indescifrable, y que la inteligibilidad de la literatura sea igual a la nada. 

Que la literatura sea invisible, insípida e inodora. 

Ése es el objetivo de la educación posmoderna, de diseño anglosajón y globalizante, contra el cual se ha escrito esta obra, la Crítica de la razón literaria.


Jesús G. Maestro, Crítica de la razón literaria (III, 5.4.2.3), 2017 · 2022.


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NOTA

[1] Para suprimir libertades no es estrictamente necesario suprimir las palabras: es mucho más eficaz y contundente ocultar la realidad, hacer de ella algo racionalmente ilegible, invisible o ininteligible, es decir, potenciar las apariencias, mediante un uso familiar y a la vez impactante y seductor del lenguaje. Con todo, lo verdaderamente inquietante no es que se supriman libertades, algo que siempre ha ocurrido a lo largo de la Historia.  Lo verdaderamente inquietante es que esta jibarización y exterminio de libertades se haga en nombre de la democracia. ¿Cómo recuperar, fuera de la democracia, las libertades que suprime la propia democracia?