Internet ha conseguido un auténtico milagro: que la gente inútil, vaga y sobrancera, que no sirve para nada, trabaje gratis como publicista de los demás. Los ha convertido en agentes publicitarios de quienes tienen iniciativa y originalidad, sean estas benignas o malignas, según los fines y criterios que cada individuo o grupo tenga de sí mismo, o de los demás, y persiga en la red planetaria.
A mi juicio, este es el mayor logro del sedante esclavismo mercantil jamás habido en la historia del comercio y de la vida humana. Este procedimiento se permite incluso el lujo de darles algunos céntimos a fin de estimular y preservar, aún más y mejor, su infeliz, dependiente y anhelante famulato. Es lo que hacen, sin ser conscientes de ello, los mercatransmisores.
La dependencia emocional y el magnetismo ideológico que cualquier mensaje que circula por internet provoca en una mente vulnerable ―y no hay cerebro que no tenga su talón de Aquiles― es superlativa, de modo que el ansia, incontenible, de reenviarlo, comentarlo y promoverlo, de forma cada vez más inconscientemente degradada, beneficia siempre, y más que a nadie, al «gran capital», que mueve ―sin mover un dedo― las relaciones mercantiles y globales innatas a la red. Internet convierte a cualquier posible adversario en un publicista. Óptimo. Seguramente en el mejor publicista. En un mercatransmisor.
Nótese que en internet no hay intérpretes, sino seguidores y detractores ―no los llamen odiadores: el odio implica una dosis mínima de voluntarismo―: en internet sólo hay ingenieros del comercio y comentaristas emocionales y parásitos que recitan textos ajenos, debidos a los ingenieros del comercio.
Internet es, ante todo, retransmisión de mensajes previos, que van devaluándose a medida que se retransmiten, hasta desembocar en una transducción aberrante que se disuelve por sí misma, en la gomia infinita de la red. Dicho de otro modo: en internet sólo hay publicistas. Mercatransmisores. Y mucha neurosis, que es el motor de la pseudoneurona global. Internet ha neurotizado el planeta.
Un internauta es un publicista que ignora que lo es. En este contexto, los inútiles tienen hoy una capacidad emocional que el gran capital ha sabido movilizar, hasta convertirlo en un trabajo rentabilísimo al servicio de sí mismo, esto es, del gran capital. La mano de obra más barata está en internet. Trabaja devotamente para los demás, sin que los demás tengan que hacer nada. Y no lo sabe. Lo más admirable es que esta mano de obra la protagonizan y ejecutan seres humanos que no sirven absolutamente para nada. Por eso están ahí. Son los mercatransmisores. Los recursos humanos de la publicidad del siglo XXI.
Jesús G. Maestro
Los mercatransmisores: ¿qué son y para qué sirven?