Literatura fantástica y libertad religiosa





La idea de que lo fantástico es un género literario que desde finales del siglo XVIII, a través de la secularización, busca alternativas de mayor libertad a las emociones religiosas impuestas en la cultura protestante no es tema menor. 

En las sociedades católicas, la religión no monopolizó la imaginación ―que discurrió muy libremente― del mismo modo que el protestantismo: la Reforma ejerció sobre la imaginación humana una presión inquisitiva sin precedentes históricos. 

El catolicismo iba hacia los hechos, las leyes y las normas, donde en términos político-teológicos impuso un absolutismo bien conocido. Lutero, por el contrario, intervino con obsesión en la fe, despreciando totalmente la razón. 

En el protestantismo, el objetivo de la libertad fue la conciencia: el territorio humano más duramente intervenido por la religión. Y paradójicamente, en nombre de la libertad. En el arte y la literatura ―las actividades humanas que mayor libertad exigen a la imaginación― el resultado fue desastroso. Así se pulverizaron las posibilidades, muy limitadas, de la literatura y de la imaginación literaria en los países intervenidos por el protestantismo. 

La literatura fantástica fue la principal línea de fuga desde finales del siglo XVIII. William Blake abrió la espita que otros seguirían. 

Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca, no conocieron jamás tales limitaciones. Ni ellos, ni su obra, ni su público. El Quijote es un derroche de libertad, de racionalismo, de imaginación... y de literatura fantástica. La obra de Cervantes, como todo el Siglo de Oro español, fue la escuela de los románticos anglosajones.


Jesús G. Maestro, Crítica de la razón literaria, 2017-2022.