Hay un trabajo en el que nadie compite entre sí: la docencia

 




En todos los trabajos se compite por todo: menos en dar clase.

Hay un trabajo en el que nadie compite entre sí: la docencia.

Ningún profesor de Universidad compite con otro por dar clase. Acaso tampoco en otros niveles de enseñanza se produce esta competencia entre docentes. Pero menos aún que en ningún otro nivel esta competencia se da entre catedráticos de Universidad.

Se compite por publicar, por figurar, por ocupar puestos administrativos y burocráticos, por descontar horas de docencia a cambio del goloso desempeño de puestos administrativos y burocráticos, se compite por ser rector, se compite por ser vicerrector, se compite por formar parte de  todo tipo de comisiones ministeriales, académicas e institucionales, cuanto más presumiblemente altas, mejor, pero... si quieren Vds. dar clase, en esa actividad, que es la esencia del ejercicio docente, ahí no encontrarán competencia con nadie.

Y menos aún si esa actividad docente se ejerce de forma abierta y libre, y se pone públicamente a disposición de todo el mundo.

La docencia es un camino desierto.

Y la docencia en literatura, como su aprendizaje, es, desde comienzos del siglo XXI, un camino absolutamente abandonado por las instituciones públicas y privadas.

No hay mal que por bien no venga. Gana la libertad.

¿Libertad de qué y para qué? Libertad para enseñar lo que se sabe y de aprender lo que se pueda sin la intervención del poder del Estado ni de sus instituciones y comisarios.

Le vamos a dar la razón a Platón, pero por motivos distintos a los que él suponía.

Fuera de la República o el Estado, hay más libertad para la enseñanza y el aprendizaje de la literatura que dentro de ellos.

En un mundo dominado por la anglosfera, es mejor estar fuera de todo. La libertad sigue siendo, como la literatura, un atributo de la tradición hispanogrecolatina.

Y si esto no se comprende, mejor aún para quienes sabemos de qué hablamos. El miedo cuida la viña, dicen los parenéticos. Y la incomprensión preserva de la estupidez.

Que la caverna platónica, ese tercer mundo semántico de diseño posmoderno, sea leve levísimo a quien guste habitarla.

El anonimato es el paraíso de quienes no necesitan ni el combustible del poder ajeno ni la satisfacción de la vanidad propia. Ni señores feudales ni espejos narcisistas.

Donde hay literatura, hay inteligencia y libertad.


Jesús G. Maestro, Crítica de la razón literaria, 2017-2022.